martes, julio 25, 2017

Entre el punto y seguido y el espacio



Esta mañana he pasado frío en la bici. Estaba nublado y había refrescado. Me ha recordado a aquellos días de agosto de la infancia en los que amanecía lloviendo y no podíamos ir a la playa. Me he cruzado con la de los guantes rosas en Marina. Es una persona a la que veo dos veces a lo largo del día, una cuando voy al trabajo y otra cuando vuelvo por la tarde. Me fijo en cosas como en que "hoy lleva los mismos pantalones que ayer". 

Cuando paso por al lado del parque, y los aspersores están en marcha,  siento algo de nostalgia de aquellos días de invierno en los que la perri me ayudaba a sobrellevar la tristeza. Fueron días de esperanza como la llama de una cerilla, que prende rápido y, como te descuides, te quemas los dedos. Y también de desayunos en la cafetería francesa del Born, con aquellas chicas guapas que siempre leían algún libro, y yo pensaba tengo que leer un libro. El carril bici ya no pasa por al lado del parque; es más cómodo así (excepto por el lío de semáforos que hay; es algo confuso), pero me gustaba ver la verja paralela y el césped al lado... era uno de mis caminitos preferidos. Y casi siempre me acordaba de Madrid y del Retiro, por algún motivo, y era como estar en dos lugares distintos a la vez, y en dos tiempos distintos de mi vida a la vez. A veces me entran ganas de llorar con estas cosas. Con las que se quedan entre el punto y seguido y el espacio, y que son invisibles y que sólo veo yo. Son cosas que sólo veo yo. Unas ganas de llorar terribles por si lo que queda entre el punto y seguido y el espacio se pierde para siempre. O por si tal vez ya se ha perdido. O mejor dicho, por si no sirve de nada hacerlo desaparecer entre el punto y seguido y el espacio.

Estos días me siento como una guerrera que ha vencido en una batalla, después de haber encontrado un trabajo en el que sí puedo decir que soy plenamente feliz.  La odisea se inició, más o menos, en 2013. Creo que la tensión liberada me hace estar un poco baja de ánimo. En cierto modo, me gustaría que alguien me ayudara a quitarme la armadura, y que con una gasa me limpiase las heridas que hay debajo, los rasguños. Como aquella vez que alguien me dijo "pusiste cara de haber estado mucho tiempo triste..." Pero ahora me da miedo que me echen sal, en vez de agua.

Todavía me cuesta el modo "alegría". Me tengo que adaptar. Me carga un poco el optimismo. Pero aprecio la belleza. La belleza del jardín en el que como cada día, por ejemplo. Con más de 300 árboles. Es un oasis. El ruido de la ciudad queda atrás. Cuando estoy allí me siento como una literata de principios del siglo XIX, pero con tupper y ensalada.

Por las noches sueño mucho. Llevaba una temporada muy larga sin apenas soñar. Y ahora, en cambio, cada noche tengo esos sueños que son como aventuras que impregnan el día de un eco surrealista. Por momentos me cuesta distinguir los recuerdos de lo soñado de los recuerdos de lo real. 

Necesito poesía para sobrellevar todo esto. Este viaje que parece solitario, pero no desangelado. Hoy he salido a pasear por la noche y he estado pensando en la muerte y en el fin de las cosas. Los finales están tan presentes, no comprendo cómo se nos pasan por alto. O cómo, en algún momento de poca (o mucha) lucidez, nos olvidamos de ellos. 

----
P.D.: La perri ha cumplido 11 meses. Me encantan sus  cejas. Sé que los cascabeles les molestan pero solo lo lleva por la calle porque si no, la pierdo entre los matorrales. Cuando llego a casa, se lo quito. De todos modos, lo lleva debajo para que no esté tan cerca de la oreja. Aclaro esto porque ya he recibido un mail sobre el tema. Non preocupare. Sin cascabel no puede ir suelta / O sacrifico una cosa u otra. Ya que estamos en el tema... también aclaro que la perri no es comprada, es rescatada, porque debido a un problema en el morro  y a una hernia no la querían.  También me lo preguntáis mucho.







4 comentarios:

  1. Los viajes que nos llevan a algún lado son desangelados, los que son pura diversión acaban sin que hayas aprendido nada. Aunque, claro, muchas veces es mejor no aprender nada, no comprender, no pensar...

    ResponderEliminar
  2. Paola, tu sensibilidad me parece bellísima. Esta entrada me ha llegado al alma, no sé cómo explicarlo... ¿Conoces el parque de El Capricho de Madrid? Creo que te encantaría. ¡Felicidades a la perri! Es una preciosidad.

    ResponderEliminar
  3. El otro día, cuando llevaba encima una mala hostia descomunal porqué no me habían dejado ver a Noel Gallagher y quedaban pocos minutos para que U2 me dejaran completamente frío, pusieron Cigarettes After Sex en el Estadi Olímpic. Ya lo sabía antes, pero en ese momento corroboré que van a hacerse muy grandes, y que todo el mundo hablará de ellos, y yo podré decir que les escuché mucho antes que casi todos, y que se los recomendé a todo el mundo que sabía que podía apreciarlos. Son de esa belleza sublime que duele en según qué días, pero que no puedes dejar de escuchar. Necesito intensidades continuas.

    Me tienes que contar con calma lo de tu trabajo.

    ResponderEliminar
  4. Yo creo que podemos estar en muchos lugares a la vez, los recuerdos son el tren que nos lleva a ellos. Y , a veces, lloramos durante el viaje. Otras, miramos por la ventanilla imaginando qué pasará al llegar. Sonreímos.

    Vivir es esto. Son paseos en bici y esa chica que no se cambia de pantalón. El libro que te leíste y las historias que aún no te han contado. La belleza del jardín y los sueños, los sueños también nos recuerdan que estamos vivos.

    Has creado un lugar muy especial y bonito en este universo virtual. Volveré por aquí!

    ResponderEliminar

Deja tu mensaje secreto.