El miércoles nos tocamos las manos al vernos después de varias semanas. Recuerdo un día que estábamos sentadas juntas y teníamos las manos a 2 cm de separación. Yo sentía todo el tiempo una atracción hacia su mano que me impedía concentrarme. Recuerdo otra vez, en un auditorio, a oscuras, hablándonos al oído.
Pero no perdamos el norte. Es una amistad bonita, nueva, fresca, sincera, con química. Ella debe saber que a mí me gusta. Me acaba de llegar otro mensaje. Y otro más. Un audio. Una foto.
Voy a archivar la conversación por hoy. Es una amistad. Volvamos a la realidad.
Ayer escribí en una libreta la escaleta de una novela. No sé, me dio el venazo. Podría escribirla para evadirme de algunas cosas que están pasando. Los días que estuvo mi padre en el hospital desconecté cocinando. Hice una empanada por primera vez. Hice pollo Tikka Massala por primera vez. Hice tarta de higos y queso por primera vez. Hice un arroz con lo que tenía en la nevera.
Una noche de esta semana estuve escuchando algunas canciones que he estado componiendo y grabando en los últimos meses. Canciones incompletas pero llenas de detalles y sonidos que me encantaron. Muy buenas ideas, la verdad es que me sorprendieron. Me gustaron mucho. Me sentí orgullosa de esos borradores sonoros. Puede que ya esté saliendo de mi duelo musical.
Hoy le he hecho una foto a la ropa tendida de la vecina del terrado, la que veo desde la ventana de la cocina. Siento mucha paz cuando veo la ropa limpia y tendida al sol, moviéndose al aire. En otro post hablé de ella, eso de que a veces pienso que solo la veo yo. Le pregunté por su acento porque es muy parecido al de mi abuela. Y sí, nacieron cerca, "pero llevo más de 70 años en Barcelona, hablo catalán", me dijo. Mi abuela también lo hablaba. La Sra. Carmen es muy muy mayor. Me ha llamado por teléfono un par de veces. Le di mi número. Me recuerda mucho a mi abuela, cuando hace 10 meses me mudé a esta casa pensé que era una señal de estar en el lugar adecuado.
Mi perra ya ha aprendido a meterse en el ascensor, pero da un salto muy grande, exagerado, para entrar y para salir. La amo tanto que a veces se me rompe el corazón. La veo correr feliz por el parque y me siento orgullosa de mi perrita valiente.