Llevo un par de días de tristeza veraniega (creo que no me sienta bien no descansar suficiente). Como un acto casi instintivo, me he puesto a mover muebles, a cambiarlos de lugar mientras sonaba un disco de Beach House. Durante el proceso, ha habido un momento en el que todo estaba amontonado y me bloqueaba el paso el escritorio, el sofá, las lámparas, las librerías, las guitarras, el teclado, los amplificadores, la escoba, los cojines... era imposible moverme. Me he quedado atrapada en la habitación... y he visto claramente que aquel espacio desordenado era una metáfora de mi mente y mi corazón estos días. Ya eran más de las diez cuando he conseguido ponerlo todo en su nuevo lugar. Mañana acabaré de ordenar algunas cosas.
Este fin de semana me lo he pasado bien saliendo y "socializando", pero me siento distante cuando la gente empieza a beber y a drogarse demasiado, no va conmigo. Y me marcho.
Volviendo en bici de madrugada vi una rata cruzando el Paralelo y otra en las Ramblas. El sudor me caía por la espalda y el frescor de la noche lo enfriaba. Volver siempre me ha gustado. Supongo que va a personas. Yo soy de volver feliz a mi casa. Recuerdo cuando decíamos "lo mejor es volver juntas". Ha pasado ya una eternidad de eso. Diez años.
Hubo otra vuelta nocturna épica esta semana, bajando en bici a toda velocidad por la calle Sardenya con R y C, sin apenas parar, y acabando en un frankfurt del barrio compartiendo un poquito más de la noche.
Este otoño tenemos muchos conciertos. Y me gusta mucho el cine francés.