La carta y la memoria
Después de diecisiete días, nos hemos sentado a comer con mi padre.
Mi padre, que parece un extraterrestre o que no parece mi padre. Creo que está asustado.
La sopa de letras estaba sosa y llena de zetas inusuales. "Todo sin sal", dijo el médico. Yo le añado una poca a mi plato y bebo vino. Me ha contado su versión de los hechos, lo de su estancia en la clínica rejuvenecedora. Según él, el plan rejuvenecedor lo seguíamos todos y los resultados eran sorprendentes. Por eso no dejaba de repetir cuando se despertó "No ves a tu madre, qué joven que está, ¡pero no la ves!" Nuestra memoria se hizo más grande, más fuerte, menos olvidadiza. Recitábamos la guía telefónica al revés y sabíamos todos los nombres "¡Paola, sabes todos los nombres!" ¿Los nombres de qué? me preguntaba yo... Así que se pasó una semana soñando y otra intentando encajar los sueños en la realidad. Y los demás tan preocupados. Mejor, mejor.
También al mediodía, el cartero ha dado uns