–Cuando bostezas te quedas durante un par de segundos sin oír nada. Al abrir la boca no sólo tragamos aire, también hay fragmentos de otras cosas: de canciones, de palabras, letras sueltas, ruidos de fábrica, motores, reactores y gritos de niños en el patio. Nos llevamos un bocado del polo norte y otro del polo sur. Es imposible escuchar nada más, el ruido es ensordecedor.
–¿Y por qué no oímos todas esas cosas que según tú nos llevamos para dentro?
–¡Es obvio! No las escuchamos porque nos dejan sordos.
–Mmm... está bien. Sigue.
–Vale. Por eso, cuando bostezamos tenemos que estar muy atentos a los labios de nuestro interlocutor, ya que un despiste podría cambiar el rumbo de todo, si eres de las que cree en los hechos que cambian toda una vida...
–Sí, lo soy.
–Bien. Imagina que –por primera vez– ella está a punto de decirte te quiero, pero en ese preciso instante empiezas a bostezar, te quedas sin oír nada y únicamente le ves los labios. ¿Qué es lo que leerás si no estás atenta?
–No sé...
– Con hielo. En vez de Te quiero leerás en sus labios Con hielo.
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