jueves, febrero 26, 2009

3 años 3. Todo empezó con una canción en la que yo era tu King Kong...




Soy capaz de subir hasta tres veces a comprobar que he apagado la estufa del estudio. Hasta tres. Subo antes de acostarme. Luego me levanto de la cama y vuelvo a subir porque quiero asegurarme. Y a veces vuelvo a subir de nuevo porque estoy en la cama e imagino mi casa ardiendo.

Siempre está desenchufada. Creo que el tema de asegurarme mucho de las cosas lo hago constantemente. Es agotador.

Enciendo la estufa en el estudio porque el radiador de la calefacción no calienta lo suficiente aquí arriba. Además, como suelo explicarle a la gente que viene, no es lo mismo tener un piso encima que no tener nada, que tener sólo tejado. (El viento llevándose el tejado entero de la casa y dejándome al descubierto...) El argumento lo repito siempre. Soy como un guía turístico de mi vida, mis cosas, etc., de momento sin auriculares.





martes, febrero 24, 2009

Los años que viví en Girona estuve planeando conocerte





El sábado, a las 6 de la tarde, retumbaban las campanadas de la catedral de Girona en el muro de piedra de nuestra habitación. Cuando con 19 años me saltaba las clases de la facultad y paseaba mi nostalgia de mentirijilla y calimocho_todos_los_jueves por los alrededores, me sentaba a fumar en las escaleras y planeaba tener un amor que hiciera retumbar las campanadas en el muro de mi habitación.

domingo, febrero 08, 2009

Tengo un pedal como el de Feist para hacer loops con la guitarra y ayer me pasé la tarde



Estos días vemos carteles de pisos en venta e imaginamos a través de un balcón o una ventana cómo puede ser nuestra vida en otro lugar. Cuántas habitaciones tiene, a qué horas da el sol, si harán ruido los vecinos. Todo eso a través de un balcón. Luego volvemos a casa y todo me parece tremendamente familiar y conocido, y ya es mi vida, mi vida vida contigo, sin imaginarla, con el armario que tiene las cosas de desayunar y huele a dulce, como aquel cajón que tenía mi abuela y que yo abría a la hora de merendar.

domingo, febrero 01, 2009

y no, no es por desamor


Desde que tengo el blog blanco lo veo todo muy negro. Y no, no es por desamor, a ver si ahora toda la culpa la va a tener el amor. ¿El amor? mejor que nunca, gracias.

Lo de verlo todo negro me va a rachas, eso sí, pero a unas rachas de 200 km/h, imparables. Imposible peinarme el flequillo.

Cuando iba a 2º de Bup un amigo escribió un poema para el premio Sant Jordi del instituto. Él se presentó a poesía en castellano, yo me presenté a todas las categorías posibles porque de esa forma seguro que ganaba algo (estos concursillos del cole siempre los ganábamos los mismos). En su poema hablaba de un chico que desde la ventana veía un gran desierto fuera que crecía y creía cada vez más, hasta que el desierto empezaba a entrar en la habitación del chico. La imagen debió calarme hondo porque la recuerdo muy a menudo. Para una canción de hace tres años escribí: "Me encontraste en un desierto/ yo había abierto las ventanas / y la habitación se había llenado de arena y barro". Supongo que me inspiré en el poema de mi amigo. Pues lo de las rachas que lo arrasan todo son para mí como el desierto creciente del poema.

Nada ha cambiado a mi alrededor, así que deduzco que el motivo del vendaval está en mi cabecita llena de árboles verdes y floridos, con los troncos doblados por el viento, con las copas a punto de rozar el suelo y brindar, chin chín! Y el suelo de mi cabeza lleno de objetos traídos por el viento desde muy lejos, desde más allá de la nuca: sombreros, sillas, una sábana rosa, un barco destartalado, guantes verdes, una colchoneta de playa, una garrafa de agua vacía, dos ruedas...

El viento que hace fuera lo predicen los hombres del tiempo y nos dicen de dónde proviene, casi siempre de otros continentes que en forma de aire son misteriosos y enigmáticos. Pero el vendaval de la cabeza no lo predice nadie.