martes, junio 28, 2005

Madriz, Madrid, Madrit

En mi casa todo va muy bien. Mi madre está recuperada del último susto de su enfermedad y mi padre parece un chaval desde que le pusieron el muelle en el corazón, que según el médico, cuesta los mismos euros que un BMW. A veces oímos un brumm brumm en el comedor y es mi padre que se está arrancando. Aún así, le quedan seis meses más de baja, y si hasta entonces no ha recuperado nada de lo que perdió con el infarto, quizás se planteen la invalidez total porque el cardiólogo dice que con un 42 % de coraçao no se puede trabajar. También están al caer las pruebas de control de cáncer de mi madre, creo que son la semana que viene, así que en dos semanas tendré a mis padres revisados y a los perros con la melena corta, porque tienen hora mañana en la peluquería canina.

Un momento, hay algo asombroso. Los vasos de agua no solo son gratis en Sevilla, también lo son en Madrid. Incluso nos explicaron el caso de la jarra de agua gratis y con hielo, que a mi me pareció lo más de lo más. El año pasado pedí un te con hielo en un bar de Barcelona, donde vivo, y me cobraron el hielo a parte. Tiene su lógica, porque si te cobran el agua, como no te van a cobrar el hielo que ha gastado luz de la nevera y todo.

Ictioscopio nos vino a recibir al aeropuerto de Madrid y tiene los ojos azules eléctrico. Me entregó el premio del sorteo del programa de radio Fabuloseando: Una fabulosa camiseta naranja con el logo del programa!

Maravilloso el calor que hace en Madrid, tan seco, tan sin una pizca de humedad. Los dedos se deslizan por los brazos, suavemente, sin caricias pegajosas. Eso sí, nos traicionó el horizonte un par de veces y estuvimos buscando el mar. Increíble, fue inconsciente. Sucedió en dos ocasiones: la primera al lado del Palacio Real, detrás de la verja, qué bonito el mar. Y la otra, bajando al parque Juan Carlos I donde había un horizonte parecido al que se ve desde mi facultad.

Hacia el fondo, allí debería estar el mar.
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miércoles, junio 22, 2005

tas. Pájaros. Molinillo. Me gus




Hay unos pájaros que no sé como se llaman, y eso que he tenido muchos años para preguntarlo. Son los que hacen buuh buuuh. Son los que siempre oigo cuando me despierto allí.

El domingo, mientras hacían buuh buuuh, el cd que habíamos dejado puesto por la noche, es evidente que ya no sonaba. Abrí los ojos y vi que ella estaba dormida apoyando medio cuerpo sobre el mío y con las manos cerradas.

Las manitas cerradas como un boxeador rendido. Entonces pensé...bueno, yo le gusto. La gran prueba de ello fue que precisamente, días antes, ella misma me había contado que raramente se dormía abrazada a nadie. Y pensé, bueno, ella a mi también me gusta mucho.

Después de acariciarle el pelo varias veces, pensé: bueno, voy a hacer café y me acordé de la historia del hombre que creía que los molinillos de café también servían para picar carne y hacer batidos. Está claro que el hombre había confundido 3 electrodomésticos! o que para él todo era multiuso.

Pero para más inri, por la tarde, a esa hora de la siesta o no sé, porque el reloj estaba un poco loco, ella volvió a hacerlo. Se durmió y esta vez con la cabeza entre mi cuello. Y yo pensé : bueno, esto está clarísimo, le gusto y me gusta.

El hombre enchufó el robot de cocina compacto MCM 20, sacó las instrucciones de la caja y miró el molinillo de café con nostalgia.

jueves, junio 16, 2005

deliciosa no sé

Esta tarde he visto Deliciosa Marta, y aunque me estaba gustando, creo que me he dormido veinte minutos.

A mi padre también se le olvidó un día venir a buscarme al colegio. Pero no me enfadé. Yo estaba en segundo de básica, así que debía tener 7 años. Salía del cole a las cinco y estuve esperando hasta las siete sin decir nada.

Había luz en una de las clases, era una reunión de profesores, pero creo que me daba vergüenza ir a decirles algo. Más bien creo que no dije nada por no molestar. A mí cuando me dicen que me espere, me espero.

Antes no existían los móviles y tampoco se me ocurrió llamar por teléfono. Mi abuela vivía muy cerca pero siempre me decían que no cruzara la calle grande. Fue una situación muy absurda. Mi madre supongo que estaba de viaje, y ahora que lo pienso, no sé donde debía estar mi padre, pero él creía que me había ido a buscar mi abuela, y a su vez, ésta creía que me había ido a buscar él. Un lío, vamos.

Estuve esperando en el patio. La barandilla tenía los barrotes pintados de colores. Jugué un rato con los niños y las niñas, pero llegó un momento que se fueron todos. La espera se me hizo interminable...hasta que una profesora me vio y preguntó: ¿Qué haces aquí? y yo le debí contar que estaba esperando que me fueran a buscar. ¿Y por qué no nos has dicho nada? Y yo dije "no sé". Aún lo digo mucho.

Recuerdo la cara de mi padre apareciendo por el patio del colegio muy angustiado. ¿Pero por qué no decías nada? No sé.

En esa época fingía que me dormía en clase. Cruzaba los brazos, recostaba la cabeza y cerraba los ojos. Incluso roncaba. Yo oía a mis compañeros reirse y a mí también me daba un poco de risa por dentro. Me tocaban con el dedo pero yo ni me inmutaba, hasta que llegaba la profesora y me despertaba. Aún así, algunas veces seguía haciéndome la dormida.

Un día, mi tutora me dio un papel y me dijo que se lo diera a mis padres, que quería hablar con ellos. Mi madre me preguntó: ¿Por qué te duermes en clase? Y la verdad es que: no sé.

Estuve un par de cursos algo dispersa. Luego me dio por no querer quedarme a comer en el colegio y me escapé 5 veces al mediodía. Me encontraban en seguida porque no me iba muy lejos. Como mucho llegaba al jardín de la casa de en frente, esa que salía en un sueño con fresas hace unos meses.

Saqué excelente en todas las asignaturas durante los ocho años de la EGB, excepto en matemáticas, que una vez saqué un notable. Qué repelente.

miércoles, junio 15, 2005

Los helados y la luna móvil

Felicísimo, después de lo de las lavadoras montó un negocio de helados.

En el barrio estaban hartos de seguir con la cabeza las vueltas y las vueltas que daba el bombo. Necesitaban algo más. No puedo pasar por alto que una de esas tardes la perrita Linda parió ocho perritos que parecían ratones. Tan pequeños, todo piel.


Así que Felicísimo no sólo arrastraba lavadoras, también hubo un carro de helados. El primer carro de helados. Con eso no quiero decir que Felicísimo se inventara los helados, pero para la gente del barrio sí fue él El Gran Inventor. El mundo antes era muchísmo más pequeño que ahora. Aún así, Felicísimo no hizo rica a la familia y eso que ahora los helados arrasan.

Todo esto se lo quise contar el otro día a (aún no le he puesto nombre pero tiene que llevar una "i" porque le brillan mucho los ojos) pero era demasiado largo para hacerlo en voz baja.

El problema fue que...

martes, junio 14, 2005

La expedición de las anginas (Cap.II) :
"La Postal"




Documento gráfico: Postal de la angina Donatella a la angina Beatrice, recibida el 13/06/05.-


Querida angina Beatrice,

Estoy muy triste sin ti. En el País de MiGarganta hay muchos peligros. Está la tribu Anginovac que nos quiere eliminar, hay inundaciones de agua caliente con limón y todo eso hace que nuestra expedición esté siendo realmente complicada.

Te amo Beatrice, deseo abrazarte pronto y volver a vivir en la misma garganta.

Te beso,

Angina Donatella.

domingo, junio 12, 2005

La expedición de las anginas viajeras (Cap.I)

Qué rabia... yo que llevaba todo el abecedario encima para hacer la sopa .... y resulta que llego y ya está hecha la cena (¡!) así que las recetas de juntar letras no me sirvieron de nada. Aunque bueno, en realidad, yo fui allí como la doctora Vaggio para curar unas anginas muy peligrosas y contagiosas, que precisamente ahora están en mi garganta. Sí, ese es mi método.
Así que las anginas están de crucero: primero estuvieron en el Mar de Sugarganta y ahora en el País de Migarganta. Se lo deben estar pasando muy bien, esperemos que una de ellas no se llame Fog de apellido. Se trata de una expedición muy aventurada pero vale la pena. Han prometido enviar postales.

jueves, junio 09, 2005

sopa

Hoy ha sido un día feliz: me has chivado todas las respuestas. Seguro que apruebo. Me contaste que existen las partituras, mis mapas y tus palabras enormes. Tu cariño aumentado sin lupa, tu voz de planta que crece.

El domingo, ella me regaló un nuevo nombre y yo me lo cuelgo en el cuello todos los días por si me pierdo y por si da suerte. Ella me enseña a pronunciarlo, vocalizamos y todo lo demás. Para el sábado tengo que recordar como se hacía la sopa porque tiene anginas. Yo ya le he dicho que conmigo seguro que se va a curar. ¿Me ayudarás a recordar lo de la sopa?

miércoles, junio 08, 2005

examen

En el examen me levanté para pedirle otro folio a la profesora porque no me cabía la última respuesta. Hacia el final empecé a hacer las letras grandes y en mayúscula. Parecían MONSTRUOS aterradores, las GUARDIANAS de los límites del papel, grandes LAZOS azules atados a las palabras, el recuerdo de cualquiera de tus letras. Como en todos los finales, fué un gesto desesperado.

domingo, junio 05, 2005

fa-cul-ta-des

El viernes, como tenía muchas cosas que hacer, aproveché para leer los Nueve Cuentos de J.D. Salinger que compré hace meses. Empecé por el que se titula "Para Esmé, con amor y sordidez". Curiosamente, me gustó mucho a pesar de no entender nada. No lo entendí del todo. Y menos el final. Intuyo algo pero no sé ... el flirteo de Esmé con trece años... la conversación del bar, el pelo ondulado, la carta, el reloj que le queda grande. Quizás sea la guerra lo indecente.


El final es lo que más me intriga, porque yo esperaba un desenlace que lo explicara todo, pero nada, fue peor. Es muy parecido a lo que sucede cada día, algunas cosas, en realidad, no aclaran nada de nada.

El final... "Coge a un hombre verdaderamente soñoliento, Esmé, y siempre tendrá una posibilidad de volver a ser un hombre con todas sus fac...con todas sus fa-cul-ta-des intactas."

Y por asociación guerra con guerra y hombres desquiciados, recordé un final de Bukowsky, un poeta que no me cae del todo bien, supongo que gusta más a hombres que a mujeres, pero reconozco que tiene esos versos finales de los que a menudo me acuerdo sin venir al caso (o viniendo mucho): "pero el estar juntos lo resuelve casi todo, / en realidad, lo resuelve todo / porque mientras esas cosas estén resueltas / en la historia de un hombre y una mujer, / es diferente para cada uno / mejor y peor para cada uno... / para mí, es tan espléndido como para recordarlo / después de la marcha de los ejércitos / y de los caballos que pasan por las calles fuera / después de los recuerdos del dolor y el fracaso / y la desdicha:

Linda, tú me has traído esto
cuando te lo lleves
hazlo lenta y suavemente
hazlo como si estuviera muriéndome en sueños
en lugar de en vida,
amén."

Algunas veces, en cartas, e-mails, conversaciones, fuerzo los temas hasta poder decir "Es diferente para cada uno" y ya me quedo tranquila. Es parecido a quitar los zapatos de debajo de la cama o mirar detrás de la puerta, son cosas que me tranquilizan, pero es diferente para cada uno. ¿Ves? Lo he hecho otra vez.

Como sigo con mi preocupación por entender el cuento, he leído este "reportaje" , sobre las dedicatorias con las que se inician los libros de algunos escritores. Al final habla algo sobre Para Esmé, con amor y sordidez, pero tampoco me ha servido de gran ayuda.

He encontrado una biografía de Salinger, algo desfasada porque pone que el cuento en cuestión nunca se ha traducido al castellano (pues va a ser que sí) y dice "Es probable que haya sido el mismo Salinger quien no regresó de la guerra con todas sus fa-cul-ta-des intactas"

Me voy a dormir, no le voy a dar más vueltas, una mujer verdaderamente soñolienta, Esmé, siempre tendrá una posibilidad de volver a ser una mujer con todas sus fac...con todas sus fa-cul-ta-des intactas por la mañana.

jueves, junio 02, 2005

cuento

Justo cuando estaba a punto de arrastrar el lomo por la pared, gesto que suele hacer mi perro cuando está nervioso, aparecieron delante de mí una pareja de viejecitos, ella un poco más mayor que él, casi al medio de la calle. Una calle donde algunas veces, hacia el final final, yo encontraba el principio y también al ayudante del Profesor Modou, que repartía octavillas milagrosas a la salida del metro. Pero eso era en invierno. Parece ser que con el buen tiempo los milagros se hacen sin el Profesor Modou y sin pagar! y además, huelen a chicle.

Los viejecitos llevaban dos maletas rojas con ruedas, haciendo trocotroc trocotroc trocotroc por la acera. Yo iba muy preocupada arrastrando el lomo y concentrada en mis crisis de los miércoles, que esta semana, no sé por qué, empezaron el lunes.

En éstas, ví como los viejos se giraban hacía a mí y decían adiós con la mano y con los labios, sonrientes, más o menos jóvenes. Yo supuse que no era para mí la despedida, no los conocía de nada, pero al ver su insistencia, me giré para ver si había alguien más detrás. Y lo bueno es que no había nadie. Así que, por si aquello era una despedida, agité la mano y les dije adiós.

y es que...a mí también me pasa, me dan ganas de despedirme de todo el mundo, cuando me voy de una ciudad.