Creo que me he enamorado de esta versión de la mítica canción de Harry Nilson. La voz de Silvia Pérez me encanta. Escuché esta versión por primera vez una noche de verano en la radio y no pude dejar de perseguirla, tarareándola todo el rato para que no se me olvidara. El grupo se llama Las Migas.
Hace tiempo que no publico ningún texto de ficción en el blog. Aquí va algo que escribí la semana pasada para el curso de escritura que estoy haciendo. El ejercicio consistía en mostrar un rasgo de carácter sin decirlo. El rasgo nos lo daba la profesora y los compañeros tenían que adivinarlo al leerlo. A ver si lo acertáis. Ya sé que sin dar pistas es un poco difícil.
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David subió al 23, el autobús que lo llevaba al hotel donde se celebraba el XXIV Congreso Internacional de Astronomía. No dejaba de mirar el cielo, su gran proyecto estaba a punto de ver la luz ante cientos de expertos en la materia.
Sus ojos buscaban desde hacía tiempo todos los tipos de nubes existentes en el firmamento: stratus, stratocumulus, cumulonimbus, nimbostratus, altostratus y, por supuesto, el trazo de avión, que era la que más le fascinaba. Se formulaba muchas preguntas sobre esos caminos dibujados ahí arriba: ¿a dónde llevaban?, ¿estaban permanentemente allí y se revelaban al pasar una aeronave?, ¿eran los pilotos los descubridores y exploradores de aquellas sendas blancas?
No tenía pase de acreditación, en realidad no sabía ni lo que era eso. Su cuerpo menudo se coló entre los trajes y corbatas de los invitados al evento. Él, por su parte, había hecho todo lo posible por adecuar su ropa a la circunstancias. Optó por los pantalones grises del uniforme y un polo blanco con chaqueta azul marino.
Fue tras la intervención del prestigioso astrónomo Rufus Garamond, cuando David apareció en el escenario tras las cortinas negras. Los allí reunidos no daban crédito. Se acercó al micrófono y se dirigió al público con voz clara y firme, como si fuera a cantar en el festival navideño.
Empezó diciendo que iba presentar su proyecto sobre las estelas de avión. Contó que una tarde, mientras paseaba a su perro Matías -un chucho negro, dijo-, miró hacia el cielo y se fijó en el rastro que dos aviones habían dejado al cruzarse allí mismo, sobre su cabeza. Fue entonces cuando pensó que todas aquellas carreteras flotantes no estaban dibujadas en ninguna parte y que él, David Mejías Candil, de quinto B, con 10 años casi 11, podía ser el primero en dibujar un mapa de los caminos blancos del cielo de Barcelona. Es más, no sólo había hecho un plano, también diseñó un atlas fotográfico con las imágenes de cada uno de los senderos, a los que había bautizado con las iniciales de los compañeros de su clase: A.L., J.D., M.H., L.B., I.G., E.M. -de Estela Marín, la más guapa-, R.S., etc. Mientras soltaba su discurso, pasaba las páginas de un dossier con fundas de plástico donde había encuadernado todos los dibujos y fotografías.
Tras la intervención se hizo silencio absoluto. Un aplauso aislado se convirtió, como sucede con las tormentas que empiezan poco a poco, en una gran ovación. El publico de expertos en la materia quedó maravillado ante aquel chaval que había visto el cielo con unos ojos diferentes a los de ellos, tal vez con los ojos de un corazón puro y sin manchas.