A las 18:21 aparco el coche en la calle de mis padres. Necesito más ropa, más medicinas. Parece una expedición al Polo Norte, pero no, que va, sólo es el otoño. Le pido a mi madre aquella chaqueta tipo anorak , de montar, impermeable, de hace dos años, con cremallera, negra. ¿Dónde está? Mi madre sube a la habitación y saca del armario la chaqueta envasada al vacío. Envasada al vacío como el jamón dulce, el paté, el salmón, las salchichas... Lo de las madres es impresionante. Abro el paquete y dejo la chaqueta encima de la cama con todas sus propiedades intactas, sin alterar. Son las seis y media, pero parece más tarde. Parece aquella hora del verano, la última para volver de la playa con luz y la toalla roja al hombro. Mi madre nos cuenta cómo un camarero con guantes blancos le encendió un puro en El Cairo . Unas historias que a mí me encantaban de pequeña y que ahora escucha Carol atentamente. Me pregunto si a ella le impactarán tanto como a mí. Me pongo la chaqueta. Conserv