La hija de Felicísimo
La Hija de Felicísimo le lavó la cara con agua a una muñeca de cartón. La muñeca se quedó sin rostro. Cambié de línea de metro por un día. En la amarilla todo es más viejo. Los asientos están puestos uno al lado del otro a lo largo del vagón y dejan una pista de baile en medio para mí y mi amiga invisible. Mi abuela, la hija de Felicísimo, me hizo macarrones para comer pero no me contó ninguna historia de mi abuelo Miguel, el Aviador, aunque como ya he escrito alguna vez, en realidad era mecánico de motos. El Aviador y la Hija de Felicísimo vivían en una casa muy grande, en frente de una farmacia que aún existe, en Gran Vía con Calabria. El Aviador tenía un gimnasio en el sótano y un saco de boxeo. Saltaba a cuerda y hacía mucho deporte, no fumaba y se murió joven. Le gustaba salir a pasear en sus motos. Siempre las llevaba muy límpias, relucientes, luna, plata, espejo. Uno de esos días se marchó con su amante y se llevó todos los muebles de la casa. Y también el dinero (...) El