jueves, febrero 26, 2004

(Eva se va)

Eva mete la casa en cajas y se la lleva.
Descuelga las paredes,
borra los cuadros
y pasa por última vez por la baldosa que se mueve,
la que se oye desde la habitación y predice que Eva se acerca.

Por el ventanal bajan un piano con las teclas temblando de miedo, tín tín tín, y las graves esperan con estruendo el suelo. Y ella, para ahorrar espacio en la maleta, se viste como una cebolla muerta de frío,
rebozándose de ropa.

Otra vez se muda y ahora se va de alquiler a tus besos,
muy luminosos y con balcones en Lisboa.
Con calles mojadas de lluvia de muchos lugares
y sol de sábanas blancas que se mueven tendidas en la azotea.
Telescopios que observan antenas y estrellas de cerca.

Mis ojos lo ven de lejos;
ven los edificios que cumplen condena delante de las estaciones,
el tren de mercancias que se mueve de noche
y terrazas que esperan el verano con dos sillas de plástico a la intemperie,
dos sillas para dos que entonan canciones,
para compartir un amor y varios en silencio.

En tu nueva habitación, te desnudas, Eva. Con paciencia, te vas quitando capas y más capas y me haces llorar como las cebollas.

martes, febrero 17, 2004

impares

Espero tu llamada en horas pares
y en las impares
que descuento con los dedos de la mano bajo la mesa, como las restas difíciles.
La espero en los teléfonos que suenan en las películas, a los que nadie contesta. En las cabinas con números largos que recorren los mapas de tu mano. Y pienso en tu llamada volando urgente en avión, trazando estela. Ya voy a recogerla, atenta a la pantalla de vuelos, mascando un beso de chicle y esperando que tome tierra. En hora.

lunes, febrero 16, 2004

subterráneo

A las 8:11 he vuelto a cruzarme con las chica subterránea del metro, como cada día. Llevamos direcciones diferentes, en realidad, creo que yo voy a su casa y ella va a la mía. Tengo que preguntarlo, "mami, ¿una extraña pregunta por mí todas las mañanas?" Aunque últimamente mi madre se esfuerza tanto en fingir que lo ve todo tan normal y corriente, que hasta pasaría por alto un detalle así. Mi amor es literalmente subterráneo.

viernes, febrero 13, 2004

Secretos para Pablo

El nombre de ANa hace que Pablo se trague el abecedario de golpe.
Todo de golpe menos la N. Y en mis fantasías imagino que la Z debe rascarle como las espinas del pescado. Por eso siempre me dan ganas de ir a ver a Pablo con un trozo de pan y un poco de agua.
Hoy, mientras estaba en su casa buscando un disco para mí, no sabía si contarle lo de Ana.
Ana siente pánico cuando mete la mano en el bolso y busca algo dentro sin mirar. Piensa que se va a encontrar con un imperdible abierto y se lo va a clavar en la yema del dedo.
No creas que no sufro por si lo cotidiano me hace daño, pero ella teme cada día cortarse con una hoja de papel o con el canto afilado de cualquier cosa.
Es casi como el miedo que yo siento a dejar espacio y echarte de menos.

(Para Ike Janacek)

miércoles, febrero 11, 2004

ropa de temporada

Por las mañanas, mi chaqueta nunca abriga lo suficiente. Pero después, al mediodía, casi siempre me la quito y tengo calor, aunque pocas cosas me abrigan cuando miro tus fotos. Estás de espaldas y sigues hablando por teléfono después de varias semanas. El azul de tu camiseta está intacto. Los pantalones aún te caen por debajo de la cintura y tu pelo es el mismo que me tocaba la cara cuando viajaba a tu nuca. Fuera, desde donde te miro, coleccionaba deseo sin preocuparme de si estarías o no estarías algun día. Lo que es seguro es que yo me entretenía con la digital mientras esperaba que colgaras.
Desaparecerá y el armario de tu derecha no habrá guardado nunca tu abrigo. Ni yo me acordaré de haber perdido una pulsera que no encontré por el suelo. Pero en la foto, a tu lado, encima de una mesa, junto a tu jersey y a un bulto que no logro distinguir, está mi chaqueta, la que no abriga, del mismo color que ahora, entre tu ropa, tus guantes, dejada de cualquier manera, casi rozándote una pierna. Y mañana, antes de salir de casa, cuando haga frío, me la pondré , para que aún me mezcle contigo y tus cosas.

domingo, febrero 08, 2004

No ficciones (I)

Quisiera inventar ficciones para Lucía porque para mí no encuentro ninguna. Me rodean los libros desordenados y las cosas de hace diez días pero ya no es hace diez días. También busco tu nombre en el Google para ver si pasa algo.
Pero no pasa nada, sólo sales escrita muchas veces y parece que todas eres tú.
Toco mi guitarra por costumbre y pienso en si tu línea hubiese sido mi línea y tuvieras una parada cerca de casa. Me tienta el calendario para buscar fechas de las dos y volverlas malditas. Me lío entre las cosas que me gustaría decirte y a la vez no decirte y se me juntan los besos reales con los de mentira. Qué rabia. Qué rabia. Qué rabia. Qué rabia.Qué rabia.
Me vuelvo a las ficciones...

Lucía camina con su abrigo nuevo por la calle de ...

miércoles, febrero 04, 2004

Desguace

La carretera al desguace va llena. Debes ir por ti misma. No vale que nadie te lleve. Para llegar, tienes que arrastrar lo que ya no sirve, lo que se convierte en un peso innecesario. La chatarra y los trastos viejos. El desguace no es un castigo, somos unos cuantos con consuelo de tontos y cuando llegamos, hacemos la cola bien avenidos y nos preparamos para llegar al borde. Si miro abajo, no veo nada, pero se siente la nostalgia y me cierra los puños, me encojo y entonces es cuando lo vuelco todo y caen tus recuerdos para que se desmonten. Me peleo con dos canciones que se resisten, pero en realidad no me gustaban demasiado, y tus palabras pasadas me sirven tan poco, que planean en el aire sin peso, sin llegar al fondo. Y entre muchas cosas, veo como se precipita el cuarteto de cuerda que escuchamos en algún sitio, las guías de Europa que estuvimos buscando y un café que no parecía el último. Me voy con algo en las manos porque todo de golpe es demasiado. Pero prometo volver al desguace.

lunes, febrero 02, 2004

estados

me sentía como una tortuga gigante, escondida en el caparazón y durmiendo en una cama. Qué absurdo. Oyendo la incansable tortura de las gotas que caen del grifo. Parecía que alguien estaba ensayando con su xilófono tras la pared de mi habitación. Así, yo le daba vueltas a tu silencio, tan contenedor de basura, tan trituradora de papel, tan cajón de cosas que no se sabe donde van, tan dañino para mi orgullo de caparazón, tan destructor e indestructible, tan paraguas roto con las varillas dobladas. Un silencio que se extiende como una mancha de aceite en el agua y te deja sin respirar. Un silencio que abre las persianas y te entierra con una tormenta de arena. Si fuera tan largo que te olvidaras de las preguntas y las respuestas que contenían ese silencio...Si nos asegurara un papel principal de víctima para las dos, si por lo menos no te sintieras indiferente, si, si , si, si...