Mi madre me llama cada día y me pregunta si "hay novedades", a lo que yo suelo contestar "no, ninguna". Muy de vez en cuando le cuento algo que podría considerarse noticia. Ella no es que viva en una vorágine de acontecimientos continuos, tampoco es de las que disfruta con los chismes de los demás. Aún así, debo reconocer que hace algunos meses me contó una de esas historias difíciles de olvidar.
Hortensia, la madre de una vecina, había recibido una extraña llamada: un desconocido preguntaba por su hermana Isabel. Como es lógico, a Hortensia le pareció extraño que alguien llamara a su casa preguntando por su hermana y le pidió al desconocido que le diera algún tipo de explicación para comprender el motivo por el que la buscaba, ya que no le iba a dar información sin saber quién era exactamente. El desconocido, José, le dijo que había sido un antiguo novio de Isabel, de cuando eran jóvenes, y que había buscado en el listín telefónico por los apellidos. Los de Hortensia coincidían, claro, así como la dirección que él recordaba de esa época en la que salía con Isabel, pues era el piso que perteneció a sus padres. Acordó con él que se lo comentaría a su hermana y que, en todo caso, ella misma lo llamaría. José le dejó su número de teléfono.
Cuando Hortensia le contó a su hermana lo de la llamada, Isabel confesó que José había sido su gran amor, pero que de eso hacía ya mucho tiempo, más de cuarenta años, justo antes de que conociera a su difunto marido y formara una familia con él.
Isabel llamó a José y quedaron para verse. Supongo que al principio se pondrían al día, hablarían de sus respectivos hijos, y de la viudedad, supongo, porque ambos habían perdido a la persona que los había acompañado toda una vida.
A pesar de que el tiempo había pasado, y digamos que bastante, José e Isabel volvieron a enamorarse. Isabel le contaba a su hermana, y su hermana le contaba a su hija, y su hija le contaba a mi madre, que era como si volvieran a tener diecisiete años. Todo nuevo, intacto. Las citas, las palabras, los besos, incluso el sexo. Isabel decía que con José estaba teniendo el mejor sexo de su vida. Mi madre me contaba esto y yo no daba crédito.
Los hijos, tanto los de José como los de Isabel, estaban muy contentos de verlos tan felices. Toda la familia lo estaba. Incluso yo, yo que lo estaba viviendo a través de mi madre, y es que ella tiene algo cuando cuenta historias, algo curioso: introduce diálogos. Debo reconocer que le da mucha vida a la narración.
José e Isabel vivieron su re-amor a toda pastilla. Con mucha química de por medio. De esa y de la otra. La edad. Aprovechando que el otoño estaba siendo suave fueron unos días a la Costa Brava. Yo lo imagino como un fin de semana muy azul, con luz de video clip e intensos paisajes. Caminando de la mano con Isabel, por el paseo marítimo de un pueblo de la costa, a José le dio un infarto. Murió en el acto. Apenas llevaban cuatro meses saliendo.
A pesar de que es una historia con final triste, me parece que Isabel y José tuvieron una oportunidad magnífica, me hace feliz pensarlo. Yo también quiero que me explote el corazón de amor, llegado el momento.
Esta historia se la he contado sólo a dos personas, como si fuera un regalo. A veces me pregunto cómo debe sentirse Isabel. Qué es lo que piensa y cómo debe contar ella su historia, si es que puede, aunque yo creo que sí, que sabrá apreciar ese ¿último? tesoro.