De cuatro a siete de la tarde
Cuando he salido del coche el olor del mar se colaba entre las calles. Hoy el barrio está distinto. Han abierto algunos de los bares que cierran en fin de semana. La tienda de muebles antiguos también ha levantado persiana... sí, donde el otoño pasado compré una aceitera de cerámica durante una tarde de tormenta. Me pilló de lleno y subí a casa como si me hubiera dado una ducha. El papel de periódico en el que me envolvieron la aceitera estaba absolutamente mojado. Me costó 7€. Nada de esto es importante. De cuatro a siete de la tarde suelo aburrirme y es justo cuando pienso que debería irme de vacaciones para huir de esa franja de horas interminable. Sin embargo, sé que esa franja me va a atrapar vaya adonde vaya. También pienso que puedo contagiarme y contagiar luego a más personas. Recuerdo una sesión de cine en agosto a las cuatro de la tarde. Vi una roadmovie francesa sobre una novicia que viajaba por la costa en busca de su hermano gemelo. La acompañaba un chico que escuchaba a E