lunes, agosto 20, 2012

Azul piscina relámpago


A principio de semana regresé de Mi Infancia hasta Mi Casa, pero sólo por unos días. El viaje de vuelta lo hice en un tren que pasa por varias playas y que, como suponía, estaba a reventar de turistas. Tuve la suerte de encontrar un asiento vacío que había pasado desapercibido entre tantas cabezas y estuve leyendo la última novela de Carme Riera. A los veinte minutos cedí mi asiento a una mujer de unos setenta años que iba de pie y se abanicaba todo el rato. Me acordé de mi madre y le dejé mi asiento. Haz por los demás lo que te gustaría que hicieran por ti. El problema es que el día a día es una fábrica de gentuza, cada vez lo veo más claro.

En Mi Casa también disfruto del verano, sobre todo en la piscina. Ayer nadé 40 minutos seguidos por la noche con las luces, que son azules, maravillosas, parecen relámpagos bajo el agua. Podría haber nadado más pero mentalmente no suelo aguantarlo. A veces repaso canciones para no aburrirme. Estaba sola y no pude evitar sentir algo de miedo. Los veinte primeros minutos pensé que si al girar la cabeza para respirar veía una silueta en alguno de los bancos de madera me iba a dar un pasmo, aunque era perfectamente posible que algún otro vecino bajara a darse un baño. Y así pasó, efectivamente, bajó una pareja, pero no me asusté. Les vi llegar entre respiración y respiración, dejar la toalla y meterse en el agua. No les veía la cara porque yo no dejaba de nadar, pero sí entreveía sus bañadores. Los veinte minutos finales nadé más tranquila porque me sentía acompañada y descubrí que mi sombra se reflejaba en uno de los lados de la piscina. Era entretenido perseguir mi sombra pero no pude hacer veinte minutos más y llegar a la hora entera nadando porque me hacía pis y tenía que salir del agua. Yo no soy de las que se mea en las picinas.

Llevo dos semanas sin Carol y, aunque estoy bien, tengo la sensación de estar desperdiciando un montón de días. Voy acumulando ganas de verla. Ya arrastro una montaña de ganas varias.

Mañana vuelvo a Mi Infancia y esta ya es la última etapa del verano. La Formentera de julio queda lejísimos ya. Al salir de la ducha sonaba en la radio una canción que se hizo famosa en el 2009 gracias a un anuncio. Me he sentido rematadamente afortunada y esa sensación está dentro de los tipos de abismo. Melancoisla pura y dura. ¿Volvemos?



viernes, agosto 17, 2012

martes, agosto 07, 2012

Volver a

He venido a pasar unos días a Mi Infancia, que es como llamaré a este lugar a partir de hoy. Un dato importante es que en Mi Infancia hay padres, por lo tanto, no estoy sola.

El trayecto en coche ha sido tranquilo, apenas había tránsito, y mi padre y mi madre no han discutido nada. Me refiero a cuidado con ese camión que te va a adelantar, pero anda qué dices, oye no te pegues tanto al coche de delante que como frene verás, si tan mal lo hago conduce tú, sube el aire que hace calor, haz el favor de cerrar la ventanilla que voy a llegar con pelos de loca. Ese tipo de cosas. Yo iba detrás, mirando el paisaje.

Nada más llegar a Mi Infancia me ha sorprendido la entrada con palmeras estilo L.A. y unos vistosos arbustos con flores. También me ha llamado la atención el color verde de los pinos y lo bonito que se veía el mar entre las ramas. Creo que estoy en plan optimista.

Cuando he llegado a la casa de Mi Infancia, me han dado una escoba y me han dicho que barriera lo de fuera. Estaba bastante limpio porque mis padres vienen a menudo a Mi Infancia, incluso ponen muebles blancos hechos a medida y láminas enmarcadas del Ikea.

Después de barrer y deshacer el equipaje, una maleta con cuatro cosas porque luego me paso todo el día en bikini, y aunque ya eran las siete y media de la tarde, me he ido a la playa. Mientras caminaba, he seleccionado una lista de canciones aleatorias de Madonna. Me ha dado tiempo de escuchar Beatiful Killer y Cherish. Curiosamente, la lista aleatoria ha dado el mismo salto en el tiempo que yo. Cherish se publicó como single el 1 de agosto de 1989. Me he cruzado con tres personas corriendo y con muchas rusas y rusos que parecían estar muy felices y contentos de estar en Mi Infancia. Dice mi madre que es que en su país hace mucho frío y nieva todo el día.

La arena estaba vacía, aún así me ha costado escoger un sitio para la toalla, he estado dudando un par de minutos... siempre quiero el mejor lugar posible. Soy muy exigente (en la playa), luego, si me equivoco, estoy inquieta y miro hacia los lados como buscando un sitio mejor. Es un puto coñazo.

No me he bañado, pero he metido el agua en los pies y me veía los peces pintados. Me he acordado de Formentera, de lo poco que me cuesta allí darme un chapuzón. He sentido melancoisla y me he sentado a mirar el mar de Mi Infancia que, aunque no es de color turquesa, siempre está cerca y se ha comido todos mis marrones.





sábado, agosto 04, 2012

La mujer de la silla, el hombre de los pantalones demasiado cortos y yo, que estoy buscando un método.


Acabo de hacer un poco de gazpacho –para un par de días– con la receta de Carol. Y me he comido una tostada con anchoas y se me ha quedado, la única espina que tenía una de las anchoas, en algún lugar. Pues ya se irá. Las espinas siempre acaban yéndose y todo vuelve a la normalidad. Ahora estoy disfrutando de esa ansiada "normalidad" después de unos meses convulsos y extraños. Supongo que cada cierto tiempo nos toca tener algún planeta retrógrado. En mi caso ha sido Saturno, que nos ha estado jodiendo durante un año y medio. No es que sea una experta en astrología, pero si Artur Mas dice que todos nuestros males son por culpa de otros, y es un tío que cobra 190.000 euros, yo, que cada mes cobro menos que el anterior, también puedo culpar a Saturno de todo lo que me ha sucedido durante este último período de mi vida.

Ayer me acosté con la idea de empezar a ser metódica. Es más, pensé que estaba empezándolo a ser. Incluso busqué la palabra metódica en el diccionario, porque a veces usamos palabras sin pensar muy bien en lo que significan, y sí, es justo lo que yo quería decir:

metódico, ca.

(Del lat. methodĭcus, y este del gr. μεθοδικός).

1. adj. Hecho con método.

2. adj. Que usa de método.

método.

(Del lat. methŏdus, y este del gr. μέθοδος).

1. m. Modo de decir o hacer con orden.

2. m. Modo de obrar o proceder, hábito o costumbre que cada uno tiene y observa.

3. m. Obra que enseña los elementos de una ciencia o arte.

4. m. Fil. Procedimiento que se sigue en las ciencias para hallar la verdad y enseñarla.


Así que yo tengo que seguir un método para que las próximas tres semanas no se me hagan demasiado largas, un método para no echarte de menos cuando miro el billete de Balearia, y un método para seguir con el proyecto que, con la tontería, llevo más de tres años, pero ahora ya lo tengo en la punta de la lengua.

Para empezar a hallar un orden pensé en las repeticiones que había en mi día a día. Lo único que encontré fueron los 20 minutos de natación, el tomate rojo con albahaca, el café, el azul turquesa de mis uñas y los gin tonic. Necesito perfeccionar el método para que sea más prodcutivo.

Durante las semanas que hemos pasado en Formentera, un julio inolvidable, veíamos cada día, mientras desayunábamos en la terraza, a un hombre de unos setenta años que salía de su casa con unos pantalones vaqueros demasiado cortos, una camisa de color rosa y un capazo de mimbre. Cruzaba la carretera y compraba pan en el supermercado. Luego volvía a cruzar la carretera y se metía, de nuevo, en su casa. Casi al mismo tiempo, la señora de la casa de Es Caló sacaba su silla y se sentaba en el porche. Era curioso porque la casa de la mujer de la silla tenía unas vistas impresionantes al mar por delante, pero ella prefería sentarse en el lado que da a la plaza y a la carretera. Alguna razón tendría. Vivir cerca del mar es complicado, ya lo decía Chavela Vargas –espero que ya se encuentre mejor– o Madonna, no recuerdo, que el oleaje contínuo te volvía loca loca loca. El hombre de los pantalones demasiado cortos y la mujer  de la silla seguían un orden, un método que, a su vez, nos proporcionaba a nosotras la rutina más hermosa, la de despertarnos cada día en el lugar con el que soñamos todo el invierno y que llevamos colgado al cuello todos los días de año, para no olvidarnos de que Formentera es nuestra isla bonita, a la que volvemos y volveremos.

(Dentro de mi nuevo método, el que estoy buscando, incluiré recuperar este blog que, para los años que hace que lo tengo abierto, sería tontería cerrarlo...)