Te voy a escribir una tarta.
( Final de la historia del monstruo del lago ) El viernes, mi madre hizo una tarta de bizcocho y manzana. Abrió un momento la puerta para abrir el buzón y el perro se escapó. Cuando mi perro negro se cuela entre los barrotes de la cancela ya no hay quién lo pare. Siempre corre hacia la derecha, en dirección al parque y a los árboles y a los demás perros y a la brisa en el hocico y a las hojas secas crujiendo bajo las patas. Él sabe de qué hablo. Mi perra rubia siempre sale detrás de él, pero en seguida se detiene, levanta la vista para ver lo lejos que ya está el perro negro y entra en casa. Se hace un ovillo, cierra un ojo y duerme. Al cabo de unas horas, mi perro negro vuelve y ladra para que lo oigamos. Casi siempre es mi padre quién le abre la puerta y le pregunta, más o menos en este orden: "¿dónde has estado?", "¿por qué te escapas?", "¿Es que eres tonto...?", "¿tú no sabes que te puede atropellar un coche?" Lo del coche, o la tragedia,