- Te voy a dibujar el dedo.
Creo que la doctora tiene vocación artística porque ya es la segunda vez que se pone a dibujar. Ha trazado un montón de hilos incomprensibles en un papel, como esos títeres articulados que mueven en el parque y que siempre están a punto de empezar la función de un momento a otro. Pero te sientas allí y no empieza hasta que no hay niños. He fijado la vista en el dibujo, y no quería levantarla, porque se me estaban acumulando lagrimones en los ojos. Tal vez eran de hace un par de días, de la emoción de ayer noche, o de nacer. Pero al paparpadear.
Me ha dado vergüenza ponerme a llorar delante de la traumatóloga. Está fuera de lugar, como la presentadora del telediario que esboza una sonrisa después de dar el número de muertos en las carreteras. Este dedo se te va a quedar así.
Mostraré mi dedo de gancho como un trofeo, como la cicatriz de mi primer año feliz, y de esa forma seguro que me creerán.
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