sábado, enero 30, 2016

Manzanas

Esta mañana he ido a comprar manzanas. Rojas y pequeñas. Y he recordado cómo suenan a través del teléfono. Cuando alguien las muerde al otro lado. Ayer, mientras fumábamos en la puerta de un restaurante con una copa de vino, estuvimos hablando de perfumes.

Entablamos conversación con una chica de Granada que pasaba por allí –no sé muy bien cómo se inició la charla–, que nos contó que vivía en Barcelona desde hacía cuatro años. Tanto P como E coincidieron en que ella olía muy bien. Y empezamos a hablar de eso que ocurre cuando hueles un perfume que te recuerda a otra persona y parece que puedas revivir otros instantes. A mí me pasa con los sonidos y las voces. Abren algún tipo de puerta.

Fue una noche divertida, aunque tuve un breve colapso. He desactivado todos los SÍ imaginarios _dinamita *_  y he descubierto todos los NO reales _bomba *_. Todavía no puedo decir qué es mejor...








Amistad

Noche de vino y whisky con P y E, que más puedo pedir. Nos hemos hecho una pregunta. Si pudieran concederte un deseo, ¿cuál sería? El mío estaba claro. El de E tambén. P no lo sabe. 

Es nuestro mundo. Y está bien.

sábado, enero 23, 2016

Motor




La vida es bonita, con todos sus inconvenientes. Pero bonita...

Hoy me ha dado por pensar en planes de esos que podría llevar a cabo pero que, en realidad, son totalmente injustificados. Esa no es la palabra. Son aleatorios. Esta es la palabra. Una nueva modalidad de sueños al azar, algo así como la cara B de los discos. No estaban los hits que te llevaban al estrellato, pero figuraban los temas experimentales.


Mi sueño al azar de hoy es comprarme una ranchera Chevrolet azul piscina. Imagino el viento en mi cara, con las ventanillas bajadas, y el calor sofocante del verano. Al arrancar el motor, vibraría el capó y yo miraría por el retrovisor. Esa máquina de gasolina y yo estaríamos totalmente compenetradas.

Lanzar sueños al azar. Aleatorios. Injustificados. Como un flechazo.

viernes, enero 22, 2016

Cloro

discusiones... Yo tenía razón, por supuesto. Cuando la tengo, lo sé.

El mundo parece otro. 

¿Y después de la nieve qué hay? ¿Y después de un día entero? No tengo ni idea. Supongo que confiar, tener esperanza. Paciencia. Todo eso que a mí se me da mal desde hace algunos años. 

Hoy he ido al gimnasio a primera hora y a los 30 minutos de clase me he ido. Me ha parecido todo tan absurdo, es la primera vez que me pasa. Me he ido a nadar; en el agua guardo todos mis sueños.  No sé si volveré a sacarlos a la superfície. El cloro los mantiene como en tarros de cristal. Esas criaturas...




miércoles, enero 20, 2016

¿Qué hay después de la nieve?



Ya me he recuperado de mi crisis de 72 horas + 24 de tregua. He descubierto un tren que cruza la nieve, y lo voy a coger. 

¿Qué hay después de la nieve?

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¿Qué hay después de la nieve?





lunes, enero 18, 2016

Auriculares





Hoy ha sido un día de tregua. Los lunes me gustan porque significan un inicio. Los principios tienen algo excitante. Sin embargo, no para todo el mundo es así. Esta mañana, mientras esperaba el metro, una treintañera con gafas de sol ha bostezado. Me he girado porque me ha sorprendido su gemido, que parecía de placer. Al ver que la miraba, se ha quitado los auriculares, se ha reído y ha dicho algo así como "lo siento, los lunes son terroríficos". Era argentina. Yo no sé qué he dicho, algo amable, supongo. Ella ha añadido: "que pases una feliz semana". Me ha parecido inaudito. Como si el universo leyera mi blog, porque precisamente el otro día comentaba que nadie se habla en el metro. La he estado observando en el vagón y, por su nerviosismo, creo que iba drogada. La verdad es que era bastante guapa. Pero adicta. Conclusión: para hablar en el metro tienes que drogarte y/o ser argentina.

Los lunes no son precisamente el peor día de la semana. He trabajado cinco horas en la universidad y he tomado café con mis nuevas compañeras. Hemos estado hablando de la leche de soja y de sus tesis doctorales. Son simpáticas. En uno de los patios-claustro hay una fuente muy agradable. Una de ellas me ha comentado que en verano es una delicia. 

Luego me ha llamado el de SEUR, que estaba en casa con mi botella de whisky Fireball. Me he imaginado la pantalla partida de las pelis. Le he dicho que estaba trabajando, que si podía volver por la tarde. He reservado la botella para momentos especiales. No suelo beber. A mi amigo P le gustará. (P no es de Pepe).

Odio a mis vecinos cada vez más. Son como aquella familia que tocaban todos juntos, The Kelly Family. Ayer estuvieron hasta las 23:00 tocando el piano y la flauta. Por la tarde, el hijo adolescente suele escuchar reggaeton y variantes. No entiendo a esa familia. Pero me sorprende lo felices que son. Oigo como se ríen y corren, como si se persiguieran. No sé qué pensar. Sospecho que son ellos los que han robado el recogedor de la escalera, porque tienen una especie de síndrome de Diógenes, lo sé por la cantidad de trastos que acumulan (un día entré en su casa y casi muero de horror vacui, nunca había visto un lugar tan repleto de cosas raras. Entre ellas, un esqueleto de dinosaurio en medio del salón). Siguiendo con el recogedor; yo lo dejé allí por si a alguien se le ocurría barrer con la escoba cochambrosa la entrada, no para que se lo subieran a su casa. La escalera del edificio es un desastre, se cae a trozos y nadie la limpia. Como dicen las madres, yo limpio mi trozo.








sábado, enero 16, 2016

Nidos





En enero, febrero, abril y agosto siento una soledad extrema. En los otros meses siento una soledad normal.  Las personas que me conocen apenas deben notarlo porque soy de sonrisa amplia, heredada de mi abuelo –el aviador–, y parece que la soledad esté reñida con ella, aunque no tiene porqué.


Las ciudades son nidos de soledad, allá donde mires. El principal transporte de la soledad es el metro, aunque el autobús no se queda atrás. Hace unos meses me reí con una amiga de Las Palmas, a la que tengo mucho cariño. Ella estaba recién llegada a Barcelona y le extrañaba que la gente no se saludara en el metro. Imaginé un mundo en el que las personas compartieran charlas amigables en los vagones y se invitaran a comer a su casa. "Oye, ¿te vienes a casa esta tarde después del trabajo? ¿quedamos en el transbordo de la amarilla?"

En mis paseos solitarios me gusta ir a la playa y asomarme por el puente de la Ronda Litoral. No para tirarme, está claro. Al final del puente hay un lugar resguardado en el que suelen haber vagabundos. Si no quieres pasar por ese puente, puedes ir por el otro, en el que hay un Mc Donalds 24 horas, que es el lugar más representativo del tipo de soledad de la que hablo. Cuantas más "cosas" 24 horas haya en una ciudad, más sola es.

El otro día, volviendo de mi paseo, entré en un edificio que siempre ha llamado mi atención. Es una fábrica monstruosa, con esas ventanas hechas de cuadrículas de vidrio, cada uno teñido de un color distinto. Algunos están rotos y, desde fuera, no parece que vaya a haber vida dentro. Pero por las noches, una de las plantas se ilumina. Incluso, a veces veo ráfagas de luz, como las de una cámara con flash. Hace tiempo llamé a esas ráfagas los latidos de la fábrica. En fin, el otro día vi la puerta abierta y entré. Pasé mucho miedo porque era feo. Esa fealdad que esconde algo mucho peor. O eso es lo que yo sentía. Subí por las escaleras y pensé que si alguien cerraba la puerta y me quedaba dentro moriría de pánico. Estaba todo descuidado y sucio. Polvo, tablones, cemento, cajas vacías, ropa sucia, restos de restos de restos de restos. Quería subir hasta la tercera planta, que es la que se ilumina, pero no llegué, me fui por patas a mi casa. Lo curioso de la tercera planta no es que se ilumine, es que las ventanas está completamente rotas (no existen) y alguien puso unas sábanas fantasmagóricas. Un día desaparecieron y... ¿qué vi dentro? Lámparas de lágrimas de estilo antiguo colgando del techo. ¿Para qué son? ¿Quién vive ahí? ¿Quién coño paga la luz?

En la gasolinera abandonada vi a un hombre durmiendo en un saco de dormir fucsia. Estaba tumbado sobre una cama de hojas secas, en una de las esquinas, y el sol del mediodía lo iluminaba. Sonreía como si sentiera a gusto, como si hubiera dado con el paraíso. Yo volvía de comprarle una jaula nueva a mi amado hámster y me pareció bastante cruel, tot plegat.

Soy un nido de nostalgia. Echo de menos que alguien me conozca bien y sepa qué decirme.

viernes, enero 15, 2016

Ártico



No puedo dormir. Venir aquí es como salir al balcón.

Esta semana empezó con un caramelo envenado. Me ofrecieron un proyecto que rechacé. Me di cuenta y lo escupí. Pero no deja de ser un desengaño. Siempre me sienta fatal darme cuenta de las verdades, sobre todo cuando dibuja un panorama injusto. En teoría, no debería ser así, pero para mí supone perder un poquito de fe. Hoy me ha dolido la cabeza y las cervicales todo el día, no he podido ir a la piscina y he anulado los compromisos que tenía para mañana a primera hora. Me duele, también, una peca que tengo en la frente. Probablemente esté somatizando. Si me quedaran tres meses de vida me iría a una isla paradisíaca,  a nadar desnuda en aguas turquesas y cristalinas y a acostarme con un hombre y una mujer exótica.

Tras este desvarío a lo Gauguin, qué más puedo decir. Que me sigue doliento la peca y que me la he mojado con un poquito de vino. Tengo ganas de comprarme una botella de whisky, lo que pasa es que sólo me gustan los que llevan canela, y es complicado encontrarlos. En concreto, me gusta uno canadiense que se llama Fireball. Entre el punto seguido y esta frase me he comprado una botella online.

En esta época siempre me da por pensar en la nieve. En estar rodeada de ella. Lleno mi cabeza de nieve en invierno.  Pero es un plan que nunca llevo a cabo. Hace un rato, en la cama, me preguntaba qué pasaría si llevara a cabo todos mis planes. Los descarto porque creo que son poco consistentes. Estoy viendo en Yomvi una serie que se llama Fortitude, y está rodada... bueno, no sé dónde está rodada, pero la ficción está localizada en el ártico. Y claro, hay mucha nieve y hielo. No te puedes fiar de lo que sale en las películas. Esta semana vi como convertían la calle por la que bajo a la playa en una distinta. Cambiaron las papeleras, las señales y plantaron el típico taxi amarillo de nueva york. No me entretuve a saber qué era, si un anuncio o qué, pero estaban en mi esquina preferida. Una en la que hay una fábrica de ladrillo con extractores de aire acondicionado en las ventanas y una iglesia de aspecto gótico, pero que no lo es. Es mi esquina preferida. Ya lo he dicho. Porque siempre voy por ahí con la bici y tengo una sensación de libertad. Un poco más abajo hay un restaurante que me encanta, y al que quiero invitar a comer a mi amiga S, o a mi amiga  A, algún día. Es el restaurante de mi vecino.

Dichas todas estas cosas sin demasiada importancia, voy a volver a intentar dormir.





martes, enero 12, 2016

Major Tom



Esta mañana, cuando he escuchado la noticia, he recordado mi adolescencia. Esa etapa en la que piensas que un día, de mayor, vas a tener amigos como los de la Beat Generation, o como Patti Smith, que vas a tocar la trompeta en Nueva York, que vas a escribir El Guardián entre el centeno, que vas a encontrar vivo a Jim Morrison en una isla del Pacífico, que vas a vivir en Buenos Aires un tiempo. Por lo menos, eso creía yo. 

En aquella época solía hacer los deberes en una biblioteca muy agradable, con lamparitas y luz cálida, una que ya no existe. Casi siempre iba con mi vecina y los demás. De vez en cuando,  salíamos a la calle y nos congelábamos de frío. La bibliotecaria todavía apuntaba a mano mi número de lectora en una tarjeta de cartulina que iba metida en un bolsillo de plástico al final de los libros. Cuando pedías en préstamo uno, se quedaba la tarjeta y la archivaba hasta que lo devolvías. Durante aquellas tardes, en las que siempre era invierno, solía pedirle que me sacara todos los números de la revista Rock'n'Roll Popular 1 para hacer fotocopias y recortar fotografías. La bibliotecaria, que se llamaba Sonia,  era mi Google de la época. Recuerdo cuando investigué los presuntos casos satánicos que giraban en torno a Led Zeppelin. Fascinante.

Luego volvía a mi casa con todo aquel mundo en mi cabeza, un mundo lejano al que siempre íbamos a llegar algún día, porque estaba suspendido en un tiempo que no era pasado exactamente... era algo distinto.

En la biblioteca leí todos los libros que había sobre historia del rock, sobre todo biografías: Jimi Hendrix, Jim Morrison, Rolling Stones, Janis Joplin, Bob Dylan... Y David Bowie, claro. Justo había descubierto Space Oddity y sonaba tan bien... Me sabía los acordes y los tocaba con la guitarra. El inolvidable DoM seguido de Mim. La cuenta atrás. Era tan bonito que Tom pidiera, en su última comunicación con la Tierra, que por favor le dijeran a su mujer que la quería mucho... Me emocionaba esa parte. Supongo que yo podría ser Tom, ahora.

Recuerdo aquellas tardes como una película. Me veo allí sentada, con el libro sobre Bowie en la mesa, los walkmans puestos y la carpeta de los deberes sin tocar.

Jamás se me pasó por la cabeza que Bowie moriría.



"Space Oddity" 1972 from David Bowie on Vimeo.

lunes, enero 11, 2016

El futuro

Facebook me parece un arma del mal. Es ya como un mundo dos, o el mundo uno es como el mundo dos, que es peor. Como suelo decirle a mi amiga A, no veo Internet ni veo la TV.

 ¿Por qué no puedo imaginar el futuro?





sábado, enero 09, 2016

papel de plata

Empiezo a trabajar ( o algo que se le parece) la semana que viene en la facultad. Y pensar que la había odiado... En cambio, ahora, me gusta cómo huelen los árboles del campus y el ajetreo de la cafetería. Los estudiantes hablando de los exámenes. El despacho. El sol en los ventanales de la biblioteca. El autobús y mi parada.

El sol se refleja en el papel de plata y dibuja lunares de luz en el césped. Parece marzo o abril. En todo caso, un mes bonito.








viernes, enero 08, 2016

A salvo en la selva



Al deshacer la cama antes de dormir, al deslizar el nórdico y la sábana, colocar bien la almohada y desnudarme para ponerme el pijama, me he dado cuenta de que todavía la echo de menos. Era mi familia. Todo estaba bien en la selva. Estábamos a salvo.

 Mañana tengo una reunión. Tengo ganas de levantarme a fumar. Tengo ganas de comprarme una peluca. 

miércoles, enero 06, 2016

París,Texas aka Skype aka cárcel de máxima seguridad










Esta mañana he ido al Fnac de Diagonal Mar. He recordado que antes  gastaba dinero en cd's. Ha pasado una eternidad. Ahora, de vez en cuando, compro algún vinilo en el Ultra Local; me parece más romántico. Además, simbólicamente, es el  lugar que ha sustituído a aquel videoclub que no cerraba nunca, del que solía hablar años atrás en este blog. Ultra Local y Pollos Llull me salvan la vida varias veces. Son lugares aeropuerto, siempre están abiertos; siempre a la misma temperatura. 

De vuelta, en vez de coger la Diagonal, he ido hacia la playa con la bici, y he recordado que hace unos cinco o seis años me dieron permiso una mañana para ir a la revisión médica. El consultorio estaba justo delante de la playa de la Marbella. Tras sacarme sangre y todo eso, pensé que todavía era pronto para volver a trabajar. Así que me descalcé y estuve andando por la arena. Pensé en desertar y en quedarme allí toda la mañana. Pero no pude harcerlo. Eso me jodió un montón. Esta mañana, ya sin prisas, disfrutando del mar, recordaba ese momento. Ha sido bonito. Hace justo un año, renuncié a mi trabajo.

Por la noche, he vuelto a hablar con Jane Henderson. He sentido alegría mientras sucedía, como si fuera un regalo de los Reyes Magos, pero frustración al final. Como esos presos que están tras el cristal, condenados por algún crimen no cometido, y que han agotado todas las apelaciones y recursos varios –me lo estoy inventando–, y pasan el tiempo en prisión estudiando su propio caso para defenderse a sí mismos. Sin embargo, después de la visita de la ex-novia, ex-amante o ex-mujer, vuelven a sus celdas, miran las fotografías, recuerdan los labios rojos que acaban de perfilar con los dedos sobre el cristal,  y se sienten, de nuevo, condenados.

Lo bueno de todo esto es que yo no estoy en la cárcel. Aun así, pienso en la fantasía de viajar, de ser otra constantemente, como decía Pessoa.








sábado, enero 02, 2016

Diamantes





El 2016 va a ser muy interesante, tengo esa corazonada. La tónica ya la fui marcando a finales del año pasado. Equilibrio –con arenas movedizas de vez en cuando, necesarias y vitales–, proyectos y trabajo. Mente ocupada, como en el jazz.

Ayer se me cayó el iPad al suelo de mi habitación. Eran las cuatro de la madrugada. De inmediato, escuché tres golpes en la pared. Me pareció terrorífico. Desagradable. Saber que hay alguien ahí, con los ojos abiertos y que me escucha. Y que se queja. Creo que fue el niño adolescente que duerme justo debajo. El otro día me lo encontré en el metro. Iba hablando por teléfono con algún amigo, supongo. Únicamente intercepté una frase: "hoy he quedado con una tía." Las ganas, pensé yo. A veces sube al terrado y arrastra algo. He pensado en pillarlo in fraganti un día, a ver qué coño hace.
Me desvelé y salí a la terraza. Miré al cielo y vi muchas estrellas. Estrellas como diamantes de invierno. Las grúas de la Sagrada Familia estaban encendidas. Me sentí muy conectada al presente. Fue como estar en el amor.