Al deshacer la cama antes de dormir, al deslizar el nórdico y la sábana, colocar bien la almohada y desnudarme para ponerme el pijama, me he dado cuenta de que todavía la echo de menos. Era mi familia. Todo estaba bien en la selva. Estábamos a salvo.
Mañana tengo una reunión. Tengo ganas de levantarme a fumar. Tengo ganas de comprarme una peluca.
Todos necesitamos guaridas. Y no es para menos, con toda la mierda que nos espera ahí afuera...
ResponderEliminarHay más peligros en la ciudad, entre la gente, que en la selva...
ResponderEliminarUn abrazo.