Mi barrio tiene luz de playa. Brillante por la mañana y densa al atardecer. De mi antigua casa a mi casa nueva solo hay 700 metros de distancia. Antes vivía en una calle que cruzaba con la que vivo ahora. Estoy a la misma distancia del mar que antes, apenas 10 minutos andando, pero ahora el camino me parece más corto porque es más recto. Me cuesta pasar por delante de mi antigua casa, siempre miro hacia el balcón y siento una punzada. Quien vive ahora sigue conservando la planta que dejé. Lo hice a propósito, quise dejar algo mío, algo que estuviera vivo. Conozco al inquilino nuevo, trabajaba justo en el coworking de abajo y a veces hablábamos. Un día me dejé las llaves y me invitó a un café. La vida es extraña.
***
El primer día de la primavera, de esta primavera, me encontré con alguien que formó parte de mi vida durante mucho tiempo. Durante muchos años. Y de manera muy intensa. La persona a la que, hasta ahora, más he querido. Coincidimos en un evento relacionado con mi trabajo. Hacía unos siete años que no nos veíamos. La reconocí enseguida. Cómo no hacerlo. La llamé por su nombre y su apellido y, cuando se giró, nos reímos. Había catering y brindamos con una copa de cava. En ese instante pensé, ¿cuántas veces habré brindado con esta persona? Muchísimas. Algunas de ellas escuchando a Chet Baker. Fue importante para mí sentir que se alegraba de verme, porque muchas veces me he preguntado en qué lugar de su corazón me guarda. Yo tengo claro que, en el mío, ella está en el lado luminoso, en el lado que tiene luz de playa.
Fue una conversación breve, pero no corta, e hicimos alguna broma. Sentí que no había pasado el tiempo porque nos estuvimos riendo de algo que, seguramente, también nos habría hecho gracia en esa otra vida en la que estábamos enamoradas. Nos despedimos y no recuerdo si nos dimos dos besos. Antes de irme, la busqué para ver si todavía seguía allí, pero creo que ya se había marchado.
La vida es extraña, asumir esa extrañeza es el primer paso para intentar que no te ahogue. Nos cruzamos y descruzamos, andamos y tropezamos... y nunca, nunca parecemos llegar a parte alguna.
ResponderEliminar