Edward Sharpe and the Magnetic Zeros "Home" from Edward Sharpe on Vimeo.
Durante la media hora de recreo se acumulan distintos tipos de soledad.
En primer lugar está la soledad de los niños que no han hecho los deberes y se quedan en clase haciéndolos. No pueden ayudar a sus compañeros a ganar el partido de fútbol de esa mañana; no pueden incorporar nuevos pasos de bailes a esa coreografía que se están inventando para la hora de música; no pueden ser polis cazando malos durante media hora ni escapar en un descapotable que derrapa por la carretera siendo un caco.
En segundo lugar está la soledad de los castigados sin patio por haber subido corriendo las escaleras o haberlas bajado dando saltos llevándose por delante a una niña que ha acabado llorando o por haber pegado a su compañero porque no le dejaba el color verde. Los castigados sin patio reciben visitas de los que juegan. Se acercan a ellos, se miran, intercambian algunas palabras sin que las profesoras nos demos cuenta. Se pasan un cromo a escondidas.
En tercer lugar está la soledad de los niños que no saben con quién jugar. Dan vueltas por el patio, intentan mezclarse con los demás, fingen que juegan al escondite con alguien (pero lo hacen solos). Es una soledad muy dura. Yo intento mediar e introducirlos en algún grupito para que jueguen, pero no siempre es fácil.
En cuarto lugar está la de los niños que no tienen bocadillo porque se les ha olvidado en casa. Es horrible para ellos y para mí. No puedo hacer bocadillos. Ni dar galletas. Es ilegal. Podrían arrestarme.
Por último, y seguro que se me olvida alguna, está la soledad que alcanza a los que vigilamos el patio. Suele ser en los días que hace mucho frío y el viento es helado. Yo pienso en algo bonito cuando me pasa. Recuerdo brisas cálidas de verano. Revivo días emocionantes. Pienso en besar. Vuelvo a ver cosas que me gustaron. Amo y soy amada. Canto canciones mentalmente. Viajo. Escribo cartas. Nado en el mar. Planeo algo grande. Planeo algo pequeño. Pienso en no pensar en el futuro. Hablo con alguno de los niños que no juegan con nadie. Todo esto... a veces funciona.
Definitivamente ser niñ@ no es tan fácil como parece....
ResponderEliminarMe ha encandilado este post. El último párrafo es precioso.
ResponderEliminarme encanta esta canción, mucho, sí.
ResponderEliminarLeí este poema de un poeta segoviano que no conocía, un regalo de Papá Noel de otoño, pensé que te gustaría...
ResponderEliminarLA VERDAD DEL VENCIDO
Por alguna razón algo confusa
siempre me ha interesado la versión
que de la historia narran los vencidos.
La verdad es la suma de todas las verdades,
pero hay algo en aquella
(tal vez ese balance
de besos poco menos que imposibles
o la manera de medir el tiempo,
no por minutos sino por latidos
de un corazón en medio de la nada)
que la aproxima al hecho de estar vivos.
Por alguna razón el ser humano
da lo mejor de sí
cuando todo parece estar perdido.
David Hernández Sevillano. Anonimario.
El lunes me "toca" hacer patio. Te recordaré.
ResponderEliminarAfortunadamente este curso no tengo guardias de patio. Pero sí, es así como dices. Y también está la soledad de los que no queríamos salir al patio y nos quedábamos en clase, terminando el dibujo, la ficha o jugando con la plastilina. Esa soledad de disfrutar de los lugares concurridos cuando no hay nadie, cuando están para ti sola.
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