martes, abril 28, 2015

Fotocopia: No he usado el comodín de junio. Ni el del público ni el de la llamada.

Fuente: http://www.zazzle.es/bicyclecards


El sábado por la noche volvía con mi guitarra y mi chaqueta de motorista (para aparentar una pizca de maldad, pero me temo que no lo consigo) en un vagón de metro que iba lleno de veinteañeros que olían bastante mal. Cuánto me alegro de haber pasado ya la veintena y oler bien.

Aún así, era bonito. Había cierta comunión entre todos... o ninguna. Los que se iban de fiesta tenían ese brillo en los ojos de a ver qué va ocurrir esta noche. Otros teníamos el brillo de a ver qué va a pasar con mi vida.

En la curva mortal de la línea amarilla, todo el mundo sabe cual es, se abrió la grieta. Fue un segundo.

Me metí en la cama con el abismo bajo los pies. Al día siguiente, al despertarme, escuché: ¿por qué sigues en esta casa si ahora ya nada dice que te quedes?

Ha sido mi territorio durante dos años. Me da un poco de pena abandonarlo, pero la pena no es amor. Aquí hubo soledad de la buena y de la mala, de la que te hace sentirte a gusto y cruzar un puente, y de la que te ahoga en cinco minutos sin que te des cuenta. He rehecho mi lista de canciones favoritas veinte mil veces. He compuesto cada día un inicio en el que se veía un reloj, una calle, unos tejados y un nido de gaviota. Y el sol en mi terraza, donde siempre era primavera, y yo sentía eso indefinido. 

Eso. Dolía pero era hermoso.

Lo decidí en una mañana. No son sólo paredes, aquí me he reconstruido en muchas ocasiones. Mis piezas sobre la mesa. No quiero dejarme ninguna. Estoy contenta. Seguir aquí era un impedimento y una comodidad. Creo que es sensato dejarlo atrás. Pero también estoy un poco asustada.

He desayunado con todo esto en la cabeza. He puesto el podcast de Todos somos sospechosos. Ha sonado una canción del nuevo disco de Christina Rosenvinge. No quería escucharla por si me recordaba al pasado bonito en el que nada de lo bueno se acababa. Por si me recordaba a la isla y a aquella otra vida. Por si volvía a temer haber agotado mis tickets de "vale por". La sensación de que todo estaba bien. Pero al final he tenido que tragarme la canción entera.

Curiosamente, el estribillo decía aún no sabes señalar lo que te falta. 

Ahora sí que saco el comodín.

Dije adiós a mi trabajo, ahora digo adiós a mi casa. ¿Hola?

¿Hola papa, hola mama?

Me he comprado un billete de avión, he planeado el verano, pero tendré que pensar en algo productivo. No quiero quedarme atrás dejando atrás.




13 comentarios:

  1. Las decisiones tomadas en un instante repentino, son las mejores. Espero que en esa planificación de verano tengas un hueco para Casa Tía Julia, que ya sabes que las ideas locas también son las que mejor funcionan ;)

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    1. Claro, tengo previsto ir a Casa Tía Julia con todas las ideas locass!

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  2. Vuelves a la casilla de salida. Ya está. No pasa nada. Todo va a ir bien porque es un buen sitio para inventar un plan para ir hacia delante.
    ¡Adelante, Bonaparte!

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    1. Gracias, Silbante! Yo también lo veo así. A ver si me llegan las ideas :) endavant! muas

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  3. Mucha suerte!! o como dicen en Teatro: Mucha mierda!

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    1. Gracias! no me vestiré de amarillo por si las moscas! :)

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  4. Guay! La mayor carga económica fuera. Un lastre menos. En el peor de los casos siempre puedes pedir ayuda, incluso a los padres, eso no es quedarse atrás.

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    1. Qué bien, gracias por el apoyo. Pues sí, era un lastre... algo que debía soltar.

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  5. Quizás así sea más arriesgado, pero lo bueno es que mantienes el comodín por si hace falta más adelante...

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  6. La vida da tantas vueltas que, a veces, dejar algo atrás no es negativo, hasta se respira mejor.
    Abrazo!!!

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  7. Me gusta esa canción de la Rosenvinge

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  8. Me gusta esa canción de la Rosenvinge

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