Qué alegría volver a la CIUDAD. A su encanto. A las aceras sucias, a los árboles en el cemento. A los carteles mojados de las farolas. Clases de repaso. Gatos perdidos. Alquilo habitación. Busco por esta zona. Necesita medicación. Decenas de caras distintas en el vagón de metro. La mujer fuerte, de cuello ancho, que mueve los labios mientras lee en su iPad una partitura, su chaqueta roja, su bolso azul, su sombrero. Preguntarme hacia dónde irá. Cómo se llama. ¿Tiene familia? La calidez de las desconocidas. La estudiante de español japonesa que se sienta en nuestra mesa de diez y se pide un café. Y nos mira. Y no dice nada. Y fuma. Y yo le digo, Hola, ¿qué tal? No parece incómoda. Y dice, muy bien, gracias y tú. Contexto socio-cultural.
Las últimas noches en el bosque fueron melodramáticas. La luna llena nos afectó a Carl y a mí como antaño. Pero ya han pasado. Hemos sobrevivido. Y ahora calma y lluvia. Y felicidad vergonzante. Y esta sensación, otra vez.
Bien... poquito a poquito
ResponderEliminarHoy es mi cumple
Un abrazo apretao.
el mío es el 14.
EliminarFelicidad, por cierto. :)
EliminarSi tu ciudad es la de la foto, es mi ciudad.
ResponderEliminarBesos.
Pues sí, es la mía, también. Besos
EliminarMaldito pasillo interminable; tengo la teoría de que cada noche lo van alargando 1 centímetro más, para ir jodiéndonos más sin que casi nos demos cuenta... deberíamos quemar la ciudad y saquearla, como venganza
ResponderEliminarYo en ese pasillo he pensado hasta en el suicidio.
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