lunes, enero 18, 2016

Auriculares





Hoy ha sido un día de tregua. Los lunes me gustan porque significan un inicio. Los principios tienen algo excitante. Sin embargo, no para todo el mundo es así. Esta mañana, mientras esperaba el metro, una treintañera con gafas de sol ha bostezado. Me he girado porque me ha sorprendido su gemido, que parecía de placer. Al ver que la miraba, se ha quitado los auriculares, se ha reído y ha dicho algo así como "lo siento, los lunes son terroríficos". Era argentina. Yo no sé qué he dicho, algo amable, supongo. Ella ha añadido: "que pases una feliz semana". Me ha parecido inaudito. Como si el universo leyera mi blog, porque precisamente el otro día comentaba que nadie se habla en el metro. La he estado observando en el vagón y, por su nerviosismo, creo que iba drogada. La verdad es que era bastante guapa. Pero adicta. Conclusión: para hablar en el metro tienes que drogarte y/o ser argentina.

Los lunes no son precisamente el peor día de la semana. He trabajado cinco horas en la universidad y he tomado café con mis nuevas compañeras. Hemos estado hablando de la leche de soja y de sus tesis doctorales. Son simpáticas. En uno de los patios-claustro hay una fuente muy agradable. Una de ellas me ha comentado que en verano es una delicia. 

Luego me ha llamado el de SEUR, que estaba en casa con mi botella de whisky Fireball. Me he imaginado la pantalla partida de las pelis. Le he dicho que estaba trabajando, que si podía volver por la tarde. He reservado la botella para momentos especiales. No suelo beber. A mi amigo P le gustará. (P no es de Pepe).

Odio a mis vecinos cada vez más. Son como aquella familia que tocaban todos juntos, The Kelly Family. Ayer estuvieron hasta las 23:00 tocando el piano y la flauta. Por la tarde, el hijo adolescente suele escuchar reggaeton y variantes. No entiendo a esa familia. Pero me sorprende lo felices que son. Oigo como se ríen y corren, como si se persiguieran. No sé qué pensar. Sospecho que son ellos los que han robado el recogedor de la escalera, porque tienen una especie de síndrome de Diógenes, lo sé por la cantidad de trastos que acumulan (un día entré en su casa y casi muero de horror vacui, nunca había visto un lugar tan repleto de cosas raras. Entre ellas, un esqueleto de dinosaurio en medio del salón). Siguiendo con el recogedor; yo lo dejé allí por si a alguien se le ocurría barrer con la escoba cochambrosa la entrada, no para que se lo subieran a su casa. La escalera del edificio es un desastre, se cae a trozos y nadie la limpia. Como dicen las madres, yo limpio mi trozo.








4 comentarios:

  1. me gusta que la P no sea de Pepe.

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    1. Bien visto!!! Era la pista secreta para la gente de nivel. ;)

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  2. Patio-claustro? entonces trabajas en la que fue mi universidad! me encanta ese edificio! a veces, cuando me pongo nostálgica, entro a pasear y me siento en un banco del claustro. Justamente la semana pasada lo hice :)
    Pues yo odio los lunes... pero todavía odio más las tardes de domingo.

    Besos

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  3. Mis lunes son sinónimo de libertad, de dormir mucho y de hacer lo que me venga en gana. Los adoro (supongo que siempre me he encontrado cómodo yendo a la contra...). Ese patio-claustro también fue mi universidad, si es la que me imagino... hace unos meses entré, un montón de años después, y fue como entrar en la máquina del tiempo y recordar rincones que mi memoria había sepultado por completo. Es la facultad con más encanto de toda la ciudad i rodalies...

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