miércoles, abril 27, 2016

Noche de lobos

La vida no deja de sorprenderme con sus complicaciones. Yo quiero que sea sencilla. Sencilla como un árbol, una planta o una fuente. O un domingo por la mañana. No sé si llegaré a experimentarlo de nuevo. En el fondo, tengo la esperanza de que sí puede serlo. Me siento abrumada. Cansada. Hoy me siento triste.

Mi plan de perfección se ha ido a la mierda porque no he fregado los platos. Pero he ido a la piscina.

Esta sensación de no encajar es muy adolescente. Esta mañana, escuchando a Prince, he recordado a una persona con la que me escribía cartas durante la adolescencia, y de paso, me he acordado de otra. A ambas las conocí porque puse un anuncio en una revista de música. Busco gente para hablar de rock de los 60.'s y 70's. Me escribieron dos personas que me doblaban la edad.

La primera, Anna, que era una mujer que había tenido problemas. Y quién no, pienso ahora. Entonces pensaba que sólo algunas personas tenían problemas. Tenía un hijo de 7 años. Yo la veía bastante mayor, claro, pero a la vez pensaba que podía aprender mucho de ella. Había sido batería y siempre vestía con camisetas de grupos. La primera vez que nos vimos fue en un bar, aquí, en Barcelona. Mantuvimos una amistad entre postal y presencial durante varios años. Hablábamos de música, su grupo preferido era Led Zeppelin. Era aficionada a la astrología y me hizo una carta astral. Por Navidad, yo solía mandarle algún regalo para el nene. Nos veíamos de vez en cuando. Nos queríamos mucho. Yo tenía 16, ¿17? Internet no existía.

La segunda persona se llamaba Eva y era una fanática de Prince. El otro día, cuando murió su ídolo, me acordé de ella. Además, era fan de Janis Joplin. También me doblaba la edad, pero recuerdo que pensaba que a los treinta y pico quería ser como ella. Un día me mandó una foto con su novio, frente a la típica galería interior, donde se tiende la ropa. La cocina tenía azulejos blancos con una especie de sol abstracto en color anaranjado. Ella levaba el pelo decolorado, como rubio pollo, y despeinado. El novio se llamaba Simón y tenía cara de chico malo. Vivían juntos en un piso, cerca de la Sagrada Familia. Estuvimos escribiéndonos cartas durante dos años. No llegamos a quedar nunca, pero sé que su amistad fue importante para mí. En cierto modo, he estado persiguiendo aquella fotografía, con ellos dos abrazados, ella sonriendo y él con cara de dormido, desde entonces.

He sido muy feliz durante los últimos tres meses. Ha sido una especie de regalo muy largo, como si estuviera a punto de abrirse permanentemente, o comos si hubieran muchos escondidos y todos fueran para mí. Feliz es la palabra más exacta que se me ocurre.

4 comentarios:

  1. Creo que la vida nos la complicamos nosotros, unos más que otros. Aquí estoy yo, que podría tener una vida sencilla, y ando complicándomela, jeje.
    "Noche de lobos" suena a noche de miedo y terror, y parece no encajar mucho con estos últimos meses tuyos, de risas, relajación y felicidad, que alegría sentirse bien!!!. Esperemos que se alargue más ese regalo y aparezcan otros escondidos aún mejores.
    Besos

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  2. ¡Qué bonito sentirse feliz! Me alegro.

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  3. Sigue regalándote felicidad, Paola. Es lo único que vale la pena. Lo demás son gilipolleces

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