He vuelto a casa y las calles estaban vacías, los semáforos cambiando de color para nadie y las farolas iluminando la acera. No hacía frío en la bici, la temperatura era perfecta y sentía tristeza. Tristeza ligera. De esa que no pesa, que es incolora, y que se lleva como una chaqueta de entretiempo. Hay un montón de cosas que me ponen triste cuando estoy triste. Por ejemplo, los bares llenos de gente. Por ejemplo, los food trucks y un dj a mediodía. El atardecer y las golondrinas. Ha sido un día raro. Demasiados planes. Demasiada gente. Y yo, idiota perdida, melancólica y distante. Me ha llamado B. Hemos estado hablando un rato. Yo en la acera del Mercado de l'Abaceria, en uno de esos momentos en los que me he escapado y me he sentado a "solear". Hoy me he acordado de G mil doscientas veces, aprox. Me he tomado un café, necesitaba cafeína. Luego una coca-cola. Necesitaba más cafeína. Necesitaba un poste de electricidad. Hay canciones tan bonitas, que dan ganas de morirse después de escucharlas, porque ya no va a haber nada igual.
Los semáforos siempre cambian para alguien, aunque no estemos, aunque nos hayamos ido, seguirán funcionando. Pasa igual con las personas y con las canciones, cuando acaban, cuando desaparecen de nuestra vida parece que nada será igual.. ¿y sabes?, sí, al final se sigue caminando.. ¿qué otra cosa puede hacerse?
ResponderEliminarSiempre vuelve. Si no lo hiciera, entonces, sí que estaríamos realmente muertas. Y sin canciones bonitas.
ResponderEliminarYo llevo días combinando cierta euforia vital con melancolías y tristezas emocionales cotidianas. Serán las hormonas y la primavera...
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