jueves, julio 23, 2020

Los veranos que se derriten como un helado de fresa






He visto pasar un autobús vacío y me ha parecido un refugio maravilloso. Los autobuses me inspiran seguridad desde pequeña. Cuando los escuchaba pasar desde la cama, mientras intentaba dormir, sentía algo así como: “Ahí va un autobús. El mundo es seguro. Siempre hay un autobús de un lado para otro.” Sucede algo similar con el camión de la basura, cuando lo oigo de madrugada, siguiendo su curso, sin fallar ni una sola noche.


Llevo cuatro días, desde el lunes, llorando a ratos cuando recuerdo lo feliz que fui el verano pasado. Y miro a mi alrededor y nada es como antes. Si nos hubieran dicho aquella mañana en la playa -con nuestras cabezas bajo una toalla y un ataque de risa de 24 horas- que un año después ya no estaríamos juntas, y que, por separado, iríamos por la calle con mascarilla... ¿Cómo habríamos reaccionado al saber el futuro? 


Todavía me cuesta comprender cómo se deshace un verano entero, cómo se deshilacha durante el otoño y el invierno, y se convierte en una madeja de hilos rojos.


Recuerdo la luz de los faros del coche al anochecer, por los caminos de tierra, y  mi cuerpo embadurnado de líquido anti-mosquitos y aquella feria en el pueblo, y el color ultraverde de los arrozales. Y el maletero cargado con sillas y sombrillas y un poquito de arena de cada lugar. 


Me parece de una injusticia poética abismal que no hayamos podido llegar a otro verano. ¿Cómo puede haber ocurrido? 


Me siento desilusionada.


Sin embargo, sobrevive cierta inocencia. 


4 comentarios:

  1. aferra es inocencia, no la dejes escapar nunca... nos empeñamos en ver la vida como un aprendizaje y no es otra cosa que una serie de accidentes, algunos afortunados...

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    1. Hola Beauséant, lo tendré en cuenta, es agotador tener que aprender de todo...

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  2. Me encanta lo de deshacer el verano, ¡es tan visual!

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