El viaje que hago hasta tu nuca, cuando faltan horas para alguna hora, es casi kilométrico, de distancias insalvables, aunque tu piel me roce los labios y estar tan cerca me confunda contigo.
El viaje hasta tu nuca no lo encuentro trazado, ni en los planos, ni debería empezar siempre en mí, pero quizás esté un momento en las líneas de tu mano y en esas tiradas de cartas que nos desatinan, entre la rueda de la fortuna y nuestro colgado, que nos pone del revés, para que todo sea difícil.
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