La entrada que pertenece a la casa de la esquina se llena de polvo y telarañas. Nunca he visto a sus nuevos propietarios, no sé ni si existen, pero recuerdo a los de antes.
Tenían dos hijas, una de mi edad y otra más pequeña. No nos conocíamos mucho porque ella no dejaba que nadie se le acercara. Era la rara, la que no hablaba, la que siempre estaba a un lado. Aunque ese aislamiento se extendía a toda la família. Sólo daban de comer a unos cuantos gatos callejeros que siempre rondaban su puerta. Jamás tuvieron trato con nadie, y en las noches de verano, cuando todo el mundo salía a la calle, nunca asomaban la cabeza. Se quedaban encerrados en la casa que ahora cría polvo y plantas en los márgenes de la acera.
Un día, desapareció la niña.
Ya no la ví salir de su casa por la mañana, ni me cruzaba con ella paseando a los perros. Pensé que quizás estudiaba en alguna universidad de fuera y que por eso no estaba. Un día soñé que la tenían encerrada en su cuarto y no la dejaban salir. Me desperté de la pesadilla, de madrugada. Corrí la cortina a un lado y miré a través de la ventana hacia la casa. Todo estaba normal, tan cerrada y encerrada, la casa... casi observando desde dentro de sus ladrillos.
Algún tiempo más tarde, unos meses, apareció en el balcón de una de las habitaciones un cartel de "EN VENTA". Y fué como oir respirar a la casa, realmente estaba viva. Por fín pasaba algo allí.
Se vendió muy rápido. Vino el camión de la mudanza un sábado por la mañana. Intenté ver a la niña, pero sólo estaba su hermana y los padres. Al perro tampoco lo ví.
Los nuevos llegaron, según mi madre llegaron, aunque en la puerta sigue acumulándose polvo y telarañas.
Una vez al mes, viene una empresa de limpieza. Airea la casa, la limpia, abren las ventanas. Y se van.
Tirita:
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La carta de Pessoa, que ha salido para hoy, es el nueve de picas:
"Todo es ilusión. Soñar es saberlo." Dedicada a Tess .
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