Dos amigas me dieron whisky, nocilla y jamón. Son anestesias de bar y de pisos sin calefacción que sin duda alívian. Luego me prestaron un píjama y me enviaron a dormir, aunque después de dar muchas vueltas decidí irme. Las calles estaban desiertas, los semáforos cambiaban de color para nadie, sólo para mí. Y es curioso porque me sentía más nadie que nunca.
La Diagonal ya no era el camino a casa de Giulia, era una vía desierta con taxis vacíos, con muchas farolas y árboles a los lados.
Por la tarde he lanzado una silla por las escaleras y no se ha roto, luego he borrado toda la música de mi ordenador. Después me he puesto a llorar debajo de la mesa. Cerca del suelo no te caes.
Ha venido a casa mi prima de 9 años, como salida de un cuento. Su forma de hablar me recuerda a la de alguien, es un recuerdo muy bonito. Hemos quedado para ir al cine, porque les prometí que las llevaría a ver una película. Les compraré palomitas. Luego las traeré a casa.
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