lunes, marzo 27, 2006

fauna


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Muchas hormigas se pierden en las 4 baldosas del jardín de Paola Vaggio. Ayer llegaron las primeras desorientadas del año. Salen al encuentro de comida para pasar el invierno y dan vueltas y vueltas en la baldosa veintitrés, hasta que por fín cruzan a la veinticuatro y repiten los mismos movimientos. Entonces, podemos ver como se acerca al grupo otra hormiga con una pequeña brújula de color rojo en el bolsillo que sólo es visible a través de un microscopio, y éste indica a las otras dos el camino hacia la tierra prometida. Una transporta tuétano de los restos de un hueso y la otra carga una miga de pan.

Esta noche me he despertado con calor y sed. ¿Qué hora era? Ella ha pronunciado mi nombre. Es curioso, yo lo descubro cada vez que lo paladea. Ha encendido la luz, se ha levantado y he mirado de reojo, quería verla desnuda. Ha vuelto con un vaso de agua para mí. Y yo le he dado un gran sorbo, bebiéndome un sueño, pellizcándome la pierna.

Las mentiras son verdad. Es cierto que ella tuvo un pingüino a los diez años. Se quedaba en un rincón de la bañera y su madre le daba salchichas en la cocina. El pingüino andaba contento por el pasillo porque las salchichas le gustaban.

Siento que jamás podré explicarte, nadie me creerá. Atravieso cien selvas. El vértigo no es por miedo, es de emoción.
Se lo he intentado contar por teléfono a Cristina. Me ha dicho que no dejan pasar pingüinos por la frontera.

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