La luneta trasera del coche de mi madre acabó hecha añicos en la calzada. Me parecía una pregunta absurda, pero le dije al otro conductor: "¿Qué ha pasado?" y me contestó "Que no te he visto..." Ahí terminó nuestra conversación. Llevé el coche al taller y cogí el mío. Lo paga el seguro del otro.
He estado tantos días en la playa con Sofía que apenas han sido tres.
Bajamos a una cala a la que ya hacía un par de años que no iba. No importa si caminas hacia atrás por la orilla, antes solían pasearse los cangrejos. Ahora sólo queda uno y es muy difícil encontrarlo; lo mejor es ponerse a tomar el sol y olvidarse de él. Había poca gente pero en el chiringuito sonaba una canción. Hacía eco porque el verano aún está vacío. Sólo hay un par de planes en dos sobres blancos.
Los días se suman, no hace falta contar en años para que pase el tiempo. No recordaba que la cama era nueva; no recordaba que mi guitarra ahora cuelga de la pared; no recordaba que los tamburetes estaban pintados de amarillo. Ese tipo de cosas. Mirar los patines de playa azules y que todo esté en orden es más de lo que podría imaginar.
Para rematar, no es fácil encontrarse a Elvis un domingo por la noche en un bar. O sí, pero da igual, no estaba preparado. Son insuperables ese tipo de cosas que suceden por casualidad. Nos bebimos cuatro cervezas rodeadas de gente que hablaban en un inglés muy malo. No entendíamos ni a Elvis. Era un imitador elegante, ni un movimiento de hombro de más. Él mismo iba graduando el volumen del micro y se iba poniendo sus mini-disc de karaokes. Nos dedicó alguno de sus golpes de cadera: al Elvis de mentira le gustábamos. La de I got lucky when I found you, oh yeah! se la dedicó a su chica... Esta for my girlfriend. Vino a decir eso. La chica estaba al final de la barra con un vestido verde.
Ojalá yo pudiera ser un imitador de Elvis y un día hacer feliz a dos como nosotras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu mensaje secreto.