Tengo sensaciones de septiembre. Lo he notado esta mañana en casa. Estaba la luz de la cocina encendida y yo jugueteaba con una carta de amor en las manos mientras se hacían las tostadas. ¿Será porque he vuelto al trabajo después de una semana de vacaciones? Me he acordado de aquel eclipse que hubo hace muchos años en septiembre. Era a principio de curso y nos encerraron en clase. La señorita nos explicó que no podíamos mirar hacia arriba porque el sol nos haría daño en los ojos. Y nos pasamos un rato muy largo sentados en la mesa y mirando hacia abajo. Yo me miraba los zapatos. Como nos tomó el pelo la señorita Clara... Pues ese momento lo recuerdo muy a menudo, me debió impactar mucho. Recuerdo que pensaba en Superman, en si Superman me salvara del eclipse.
No me molesta estar tan pronto a mediados de septiembre, la semana que viene volveré a estar de vacaciones durante tres semanas seguidas. Volverá a ser agosto y aún me quedará lo mejor: una semana entera con mi madre y las dos con sofía.
Ayer vi a un niño en el metro que iba con su mamá y llevaba una bolsa muy grande de libros para el nuevo curso. Estas cosas antes sólo pasaban en septiembre, ¿lo ves?. Los libros del colegio jamás se compran en agosto porque si no es trampa.
No pude resistirlo y me las apañé para hablar con el niño:
YO: Mira qué bien, ya tienes los libros para el curso que viene. Qué pronto, ¿verdad?
La madre lo miró y esbozó una sonrisa tierna. Le acarició la cabecita y dijo:
MADRE: Sí, sí... Es que mi Jordi es muy superdotado y empieza el curso en agosto.
El niño jugaba con un coche que volaba y trepaba por los asientos del metro. Se cruzó de brazos y dijo: Me aburrro.
Me siento tan bien en mi septiembre de mentira.
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