El sábado me llamó mi madre. Me dijo que volvía a dolerle el hueso dónde antes estaban las tres muelas incrustadas. Hoy a las ocho he entrado en casa y ella ya estaba en la cama. Qué diferente es ahora mi madre, podría decir, pero me equivocaría. Es la misma persona que ordenaba a los coches que nos dejaran pasar. Era un juego de mi madre, de cuando me llevaba al colegio y había mucho tráfico en Barcelona. En los cruces ella pronunciaba unas palabras mágicas y los demás conductores se paraban y dejaban que nuestro coche pasara primero. Yo creía en sus poderes ciegamente. Ahora soy yo quién le hace el juego a Sofía. En los cruces que tengo preferencia ordeno a los demás coches que nos dejen pasar. Ella hace ver que se lo cree y todos contentos.
Los trucos de mi madre eran variados. Por ejemplo, estaban los poderes que convertían cualquier playa en el mejor lugar del mundo para pasar el mediodía. Sobre todo a finales de junio, cuando yo ya tenía vacaciones y ella me llevaba en coche por la costa brava. Todo el día. Era fantástico.
Los poderes se fueron manteniendo hasta más o menos el 2002. Ese año, al salir de un hospital, enseguida noté que los poderes se me traspasaban al menos por un tiempo. Hasta que ella se curara. En mis manos el efecto no era tan brillante, tan majestuoso, pero los llevé como pude.
Hoy me ha dicho que había estado pensado en mí durante toda la noche y que tenía que contarme una cosa muy importante.
- Tú sabes, hija, que Arquímedes fue el primero que estudió la palanca y escribió sobre su mecánica, ¿verdad? Imagínate, qué seria del mundo sin la palanca. Pues de Arquímedes es una cita que puede ayudarte: "Dame una palanca y un punto de apoyo y moveré el mundo". Tienes que pensar en eso... en los puntos de apoyo para que puedas mover el mundo.
Está claro quién sigue teniendo poderes.
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