miércoles, abril 16, 2008

descalza




El otro día volví a calzarme unas Nike Air que me compraron cuando tenía 13 años. Las tenía guardadas en la buhardilla. El viernes pasado pensé que sería bueno recuperarlas. Las fui a buscar y ahí estaban, intactas, casi como el primer día que las saqué de la caja.

Me las trajeron de Nueva York y eso que nadie iba a Nueva York, no como ahora. Nueva York estaba super lejos. Me las trajo una amiga de mi padre -siempre sospeché que era su amante o algo así-. En aquella época empecé a decir "guay" para todo. Todo era guay o guays. La amiga de mi padre me las compró dos números más grandes porque así seguro que me iban a ir bien. Se me veía un pie gigante, pero las llevaba orgullosa.

El viernes me las probé. Me iban de maravilla. Ya no me quedaban grandes. Eran justo mi talla. Las acaricié. Me puse a andar mientras me miraba en el espejo, "Te van a encantar, Sofía. Esta noche me vas a ver desnuda con mis nike air", pero entonces... la suela empezó a despegarse. Una boca que se abría y se cerraba a cada paso. La humedad y la oscuridad de la buhardilla las ha destrozado, pensé. Juro que estaban bien. Y me dije, ei, cuidado con lo que guardas ahí. No es tan fácil adaptar el pasado al presente. Puede que te haya crecido el pie pero con eso no basta.

Les hice una última foto.

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