martes, marzo 03, 2009

Condes con avioneta, autocares a París y libros



Paseando por Girona, entramos en una librería de la Rambla que me gustaba mucho. Casualmente, el primer libro que vimos nada más entrar fue Con la soga al cuello, de Flavia Company, digo casualmente porque justo ese mismo lunes íbamos a la presentación del libro. Aprovechamos para comprarlo.

Cuando ya nos íbamos, me llamó la atención un libro titulado Aviadores, caimanes y otras aventuras extraordinarias, de Jacinto Antón. Es una recopilación de artículos sobre aventureros y personajes curiosos: aviadoras, domadores de cocodrilos, esposas de lanzadores de cuchillos, condes exploradores... como por ejemplo el conde Almásy, muy conocido a raíz de la película "El paciente inglés", que habla más o menos de la vida de este conde aviador, explorador y espía, digo más o menos porque la película está basada en una novela que pasó por alto que el conde de verdad era homosexual y andaba detrás de un general alemán. De todo esto me he enterado leyendo el libro de Antón.

La verdad es que el Conde Almásy real no era tan guapo como el de la película , pero sí es cierto que exploró el desierto del Sáhara y descubrió la cueva con las pinturas de los nadadores ("Los nadadores del desierto"), y en fin, esa vida de aristócrata con castillo en verano, y de aventurero en invierno parece tan apasionante... Aunque bueno, yo también lleno mi vida de pasiones. Por ejemplo, podría comer espaguetis cada día si me lo propusiera, porque me encantan y jamás me decepcionan. Supongo que es lo bueno de los espaguetis, que siempre me dan lo que espero. Por eso a veces pienso que sería feliz montando una espaguetería con fotos de aviadores en las paredes. Cuando no tenga miedo me haré aviadora de verdad, cuando a mí me parezca que lo he perdido todo o que no hay nada qué perder.

Sí, estoy un poco lejos últimamente, etapa de cambios. Pero leyendo "Aviadores, caimanes..." me estoy sintiendo más cerca.

Todo esta curiosidad repentina por el Conde Almásy y su vida, ha hecho que vuelva a ver la peícula "El paciente inglés" de Anthony Minghella. La vimos en casa, con las luces apagadas y muy juntas, porque yo quería recrear el ambiente en el que la vi por primera vez: un autocar que se dirigía a París, yo medio dormida, en segundo de carrera y con una empanada mental impresionante, a un par de horas de enamorarme fugazmente de una compañera de primero, en Vézelay fue el flechazo. No correspondido.

Las malas rachas pasan. Y me digo una cosa que me dije hace un tiempo: Lo siguiente que sucederá será extraordinario.

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