Se acabaron las siestas en los hoteles y que todos los días sean sábado o viernes. Se acabaron las vacaciones.
Lo he contado una vez, dos veces, hasta tres.
Hoy va la cuarta.
El día que mi madre me descubrió la palabra melancolía
Principios de octubre. Se acercaba mi cumpleaños. Ya no más playa. Yo escuchaba en mi radiocassette de doble pletina la música que nos había acompañado durante todo el verano. Mi habitación de entonces era interior. Me gustaba asomarme a la ventana y soñar con un patio de luces mejor, un patio recién pintado de blanco y con un árbol dibujado que subiera por la pared y alargara sus ramas hasta tocar todas las ventanas. Mi teoría era que la vecina del primero tenía ventaja porque podía salir a dar vueltas por el patio y que incluso podía montarse allí una especie de terracita interior con toldo antes, un chill out ahora. Me gustaba imaginar largas carreras circulares en bici allí abajo.
Lo cierto es que el patio era gris y más gris y aún más gris, ¿nadie más le veía posibilidades?
- Mama, no sé qué me pasa, escucho canciones y me siento alegre porque me recuerdan al verano, pero a la vez también me siento triste porque me recuerdan al verano.
- Hija, a eso se le llama melancolía.
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Voy a hacer una lista para no olvidarme de este verano:
- Tres carros del Ikea llenos hasta arriba.
- Volver a querer nadar todo el mar de Formentera, pero es que no me daba tiempo.
- Desayunos interminables y llenos de calorías. Riquísimos.
- La mañana que el supuesto escritor catalán que nos hacía tanta gracia encontrarnos por el hotel con sus pantalones minicortos, nos regaló una sombrilla porque ya se le acababan las vacaciones.
- Los mediodías bajo la sombrilla. Donde plantes la sombrilla estará tu casa.
- Los mojitos en el bar de al lado del Faro de La Mola con la camarera guapa y muy profesional.
Lo cierto es que el patio era gris y más gris y aún más gris, ¿nadie más le veía posibilidades?
- Mama, no sé qué me pasa, escucho canciones y me siento alegre porque me recuerdan al verano, pero a la vez también me siento triste porque me recuerdan al verano.
- Hija, a eso se le llama melancolía.
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Voy a hacer una lista para no olvidarme de este verano:
- Tres carros del Ikea llenos hasta arriba.
- Volver a querer nadar todo el mar de Formentera, pero es que no me daba tiempo.
- Desayunos interminables y llenos de calorías. Riquísimos.
- La mañana que el supuesto escritor catalán que nos hacía tanta gracia encontrarnos por el hotel con sus pantalones minicortos, nos regaló una sombrilla porque ya se le acababan las vacaciones.
- Los mediodías bajo la sombrilla. Donde plantes la sombrilla estará tu casa.
- Los mojitos en el bar de al lado del Faro de La Mola con la camarera guapa y muy profesional.
- Lo que querías gritar en un barco demasiado pequeño para las olas.
- La semana que pasamos con mis perros en la playa.
- El día que descubrimos una cala. Y eso que yo llevaba toda mi vida pasando por delante.
- Los mojitos cerca de un puerto.
- El día que llegaste del sur morenísima y con un vestido italiano.
- El pueblo medieval lleno de peregrinos buscando el parking.
- El Tom Tom diciendo "Ja heu arribat" estando a medio camino.
- La locura de volver a Madrid y la locura de volver a disfrutar la ciudad.
- La guía rubia de la casa de Lope. Tan natural, tan personal, tan original, tan familiar, tan profesional.
¿Una noche? Me quedaría con la del vídeo. La noche que volvimos a bailar reggae:
Melancolía. Yo la acabo de sentir al leer tu post. Esa lista de cosas del verano... Y mi primer verano largo ha sido muy especial y también estoy así.
ResponderEliminarLuchando porque no se me escurra el moreno.
me siento alegre y a la vez triste. sí, eh?...
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