Cenar escuchando música, con la televisión apagada, convierte los lunes y los martes en viernes. El piano ya está casa, no noto que se haya desafinado pero llamaré al afinador dentro de unos días, tengo que darle tiempo para que se acostumbre a su nuevo hogar.
Soy aprendiz. Me regalaron el piano cuando cumplí 22 años. Aquella tarde lo toqué por primera vez y no era ruido, era música. Hace tres años decidí que quería dejar de tocar de oído y aprender. Mi profesora tiene mucha paciencia conmigo, reconozco que soy un poco lenta delante de ella, me pongo nerviosa, no hace demasiado conseguí que no me temblaran los dedos durante los primeros minutos de clase. Me parece una situación demasiado íntima, ella invade mi espacio, tan cerca. Estoy atenta a su respiración. A veces me dice "muy bien", y entonces, siempre fallo. Luego, en casa, lo hago mucho mejor, y a la siguiente clase voy con la lección aprendida. Aunque debo reconocer que me gusta pasar de las partituras e improvisar. Eso me sí me relaja. No quería hablar de esto, pero ha salido así. También me gustaría aprender a tocar la trompeta como Chet Baker.
Ayer, Carol me regaló un libro, a santo de nada o a santo de mucho. Llegué a casa y tenía mi sorpresa envuelta en papel azul. Un libro precioso sobre 100 mujeres aviadoras y sus aventuras. Las fotografías me encantan y las vidas de las aviadoras son todas fascinantes.
Me he pasado el día esperando la tarde para estar con ella, como si yo fuera uno de esos personajes de videojuego que tras pasar un montón de pantallas y niveles llega a donde tenía que llegar. A veces me pregunto si será normal.
Yo nunca dije que fuera italiana.
Ahora, a esperar el veredicto de tus vecinos sobre tus sesiones al piano cuando te los encuentres en el rellano, en el ascensor...
ResponderEliminarTomar lecciones de piano, debe ser algo muy curioso. Suele ser una actividad a dos, por lo que se genera un vinculo peculiar con el profesor-a.
ResponderEliminarHay una historia sobre ello- entre otras- en la novela de Murakami: Sputnik mi amor.
Es normal esa espera y..deliciosa.
Al hilo del piano y el paso del tiempo:
http://www.youtube.com/watch?v=z-8W5BHJT30
Saludos.)
Yo no he conseguido nunca que dejen de temblarme las manos delante de la profesora. Es abrir el piano y sentirme extrañamente vulnerable.
ResponderEliminar¿Has oído hablar de "Al oeste de la noche"?
Rubèn, uf, ayer se oía desde la portería, jaja. Suelo tocar a horas "decentes". Por suerte, esta escalera es muy tranquila, nunca nos encontramos a nadie, es muy raro...
ResponderEliminarCharm, hay profesores que para no tocarte llevan una especie de regla para colocarte bien. La mía usa las manos. Leí esa novela de Murakami hace ya unos años y no recuerdo los detalles. Ya lo buscaré, la tengo por aquí. Por cierto, me ha gustado mucho la animación en 3D que me has dejado con la BSO de Amelie.
Sofía, menos mal que es algo generalizado. Lo del tembleque, digo. Pues no lo he leído, pero me lo han recomendado un montón de veces, a ver si un día de estos cae. No vayas a ver la película sobre Amelia, no vale nada, es malísima, mira que con esa historia era complicado hacer un guión malo, pues lo consiguieron.
mi profesora de piano me imponía también mucho respeto, era una evaluación contínua... ella no consiguió que estudiara música, pero sí que saque sonidos de mi piano.
ResponderEliminarSerá el apellido.
ResponderEliminarEn mi casa hay un piano de cola y sólo sé quitarle el polvo.
ResponderEliminar