lunes, octubre 21, 2013

1115. Caminos



Me siento bien. Creo que hace un par de semanas que entra mucha luz, y cada vez entrará más porque ya no estoy a oscuras. Pero voy a ser prudente.

Mi madre, hace cinco o seis meses, me hizo un dibujo con una rotonda, como las que tenemos que rodear con el coche, y me dijo que yo tomaba por costumbre dar vueltas y vueltas a  la rotonda sin decidir qué camino seguir. Hice una lista de caminos y luego seguí algunos, un poco a lo loco, porque si no era a lo loco, no me decidía. Creo que de momento he perdido el miedo a salir de la rotonda y a que no me guste la calle, porque todas llevan a alguna parte y se puede rectificar. Aunque bueno, hay ratos del trayecto un poco coñazos, pero luego viene otro tramo bueno para poner música y bajar las ventanillas y que se te enrede el pelo.


Hoy estaba en el colegio y con los niños hemos cantado una canción nueva sobre nubes, peces, patos y árboles que crecían. Ha sido bonito. He hecho cuatro grupos y cada uno representaba un fragmento de la canción. Me meto mucho en el papel de las nubes y los árboles.

Estoy en el sofá y desde aquí veo una luna que parece llena. Nunca había tenido un sofá desde el que se viera. Hoy me he despertado y tras los cristales he visto la luna y el sol, y me ha parecido curiosa esa dualidad, la noche y el día a la vez.

Acabo de ver Tomboy. Cuenta la historia de una niña, Laure, que se muda a una casa nueva y los amigos que hace allí creen que es un chico y lo tratan cómo tal. Ella misma se inventa su nuevo nombre: Michael. Pero llega un momento en el que la situación es insostenible y tiene que pasar algo que la desbloquee. Me ha gustado mucho.

Tengo un tic en el párpado derecho, de esos que sólo te notas tú.




2 comentarios:

  1. Llevo toda la vida dando vueltas a la rotonda sin saber por donde salir y aunque sé que es algo absurdo, me quedo ahí dando vueltas sin decidirme. ¡Y necesito tanto tomar una dirección! Bufffffffff

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  2. Me gusta esa sensación de cuando el pelo se revuelve en la cara a causa del viento por tener la ventanilla bajada. Me recuerda a esos perros que asoman curiosos su nariz cuando van en el coche. Y aunque creo que ellos no ven lo mismo que nosotros, en cuanto al paisaje se refiere. Parece en ocasiones que incluso vieran más... más que nosotros, como otro mundo, porque le ponen mucho interés. Y además todos los perros que conozco, les encanta viajar en coche.

    Yo antes, de vez en cuando cojia el coche e iba sin rumbo fijo. Ponia mi cd preferido y arrancaba alegremente. Ahora la gasolina ha subido mucho para hacer esas estupideces ... ^^

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