Volviendo a las casas.
Hay un lugar en la mía, una habitación en la que tengo mis libros, mi guitarra, mis vinilos y mi tocadiscos, todo mi, que desde el principio, desde octubre del año pasado, me pareció esencial (de esencia, de núcleo, de esqueleto) pero hasta ahora no la había empezado a usar. No sabía qué hacer en ella. Estaba ahí, abría las puertas correderas, la respiraba un rato, pero nada más. La tenía reservada para cuando pudiera estar dentro, porque significaría, y ahora lo sé -lo sé ahora-, estar conmigo libremente, sin disculpa. Descubrir algo, ver eso que ya existía de antes pero que no se sabía. Ya he descubierto algo maravilloso que hacer en ella.
Soñar y soñar, sin filtros.
Territorio en el que se sueña con manzanas, melocotones, cerezas...
Sueños locos, de noria, de anochecer.
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