viernes, julio 04, 2014

Paseos por la universidad

Ayer estuve en el edificio histórico de mi antigua universidad haciendo papeleo. Fue un rato muy agradable, de paseo por los patios y los jardines, esos momentos en los que me siento bien con mi yo de hija-única-inventando-juegos-en-solitario-permanentemente, yo que arrastraré hasta la eternidad, a menos que el hermano imaginario que tuve de los 9 a los 13 se haga de carne y hueso (Javi, se llamaba. Me pregunto si habrá sido padre y tendré sobrinos o sobrinas imaginarias rubias y con bucles en el pelo. ¿Tengo cuñada!?)

Paseando por la UB vi un banco ideal para el amor, para enamorarse y coquetear. No es que siempre piense en el amor, como puede parecer, también pienso en la amistad. Un banco para una amistad de esas disponibilidad 24 horas. Ya no hay nadie así, la gente tiene hijos, trabajos con horarios asquerosos o vidas en la quinta hostia. Echo de menos una amistad absorvente y confidente, una amiga con la que aburrirse si es necesario. A veces no llamo a nadie porque sé que viene el "ay... esta semana la tengo completa, tengo el cumple de blablabla, curso de blablabla y rafting el sábado por la mañana, cómo te va el 10? Y el 21? tengo libre una franja de seis horas y media según mi iPhone..." No mira, es que me apetecía quedar esta tarde. Si a eso le sumas que mi yo de hija única se siente confortable en modo "a mi rollo, yo decido qué, cuando y cómo", pues es un poco complicado. A veces me cuesta aceptar que soy así, pero lo soy. (Lo peor es cuando tienes que quedar con un grupo entero de whatsapp y ocho personas tienen que cuadrar agendas, puede que te vayas a  septiembre o a la semana antes de navidad, aunque bueno, esa semana es muy chunga también...)

Hoy me he hecho una paella pami sola. Hacía más de año y medio que no cocinaba con ingredientes y proceso de preparación. Creo que decidí castigarme sin cocinar para saldar deudas y expiar pecados. Antes cocinaba muchísimo, creo que no se me daba mal. Era creativo, también una evasión. Me gustaba cocinar para la gente que quería, para las personas con las que compartía mi vida de algún modo. Ahora siempre que quedo con alguien (tras el proceso de selección previo vía whatsapp o mail), o comemos fuera o hago cosas como pizza o guacamole del mercachoni. Me ha sobrado un plato que me comeré mañana después de la playa.

Antes de marcharme, me senté en el banco para enamorarse y me hice una foto de recuerdo. También le hice una de lejos:


Por cierto, en uno de los lavabos de la facultad, a alguien se le olvidó una copa de cava... (ni idea.)

6 comentarios:

  1. Doy fe de que ese banco es un gran banco para enamorarse. Y, de hecho, creo que todo el edificio histórico y todos sus bancos inspiran amistades absorbentes al margen de agendas milimetradas de iPhon.

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  2. sí, tienes razón, Sofía. Es un lugar magnífico.

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  3. Cuántos bancos bonitos para enamorarse y qué poco tiempo tenemos siempre para disfrutarlos, y para pararnos y saborear los segundos sin más. Odio las prisas en las que estamos inmersos, cuánta belleza dejamos atrás sin que nos demos ni cuenta... Un abrazo :)

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  4. Una de las cosas que más me gustan en mi vida es, cuando salgo del cole, escribir en el grupo del whatsapp: "¿Café en cinco minutos?"
    Y que me respondan: "Vale, me visto y voy".
    Una fortuna.

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  5. La universidad, y más si fue la propia, siempre queda ahí, inmutable y llena de recuerdos, reales o imaginarios.

    Como la mili de los licenciados.

    Un saludo, Miss Vaggio.
    Not

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  6. Nuuk, sí, los bancos compartidos son muy especiales. Hay que vivir más lento. Abrazo!

    maría, eso es lo mejor!

    Not, sí, son esas etapas que ya no vuelven. Las cosas no vuelven, es una terrible verdad... yo cada vez lo sé más, y me acongoja y me acojona. Los videojuegos nunca van para atrás, creo que la filosofía de pasar pantallas es la que se impone.

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