domingo, diciembre 14, 2014

Una canción express e inevitable

El domingo pasado, después de nadar, fui al cementerio a dar una vuelta. Allí estaba yo con mi bolsa de deporte y el bañador dentro, todavía húmedo.
Lo recorrí casi todo, hubo un momento en el que pensé que me había perdido. La isla de los panteones era espectacular. No sabía que tenía un cementerio tan bonito y tan cerca. Admiré la majestuosidad, pero me emocioné más con los nichos de la gente con nombre y apellidos repetidos y fotografías de cuando estaban vivos. En una había un chico subido a una moto, en otra una mujer muy bonita tocando una guitarra. Vi un retrato de un matrimonio de viejecitos adorables que miraban a la cámara sonrientes. Una carta, un barco de juguete, una postal amarillenta, un pañuelo. Los nichos de los gitanos eran una explosión de luz y color. 
Me gustó estar allí contemplando todas aquellas historias desconocidas y únicas. Seguí a un grupo de chicas, creo que hermanas, para encontrar la salida. Una le decía a la otra: ahora nos vamos a hacer el vermut. Ay, me hubiera encantado irme con ellas. Qué tontería.

Los hijos únicos hablamos mucho a solas, como es natural. Nuestro referente era algo parecido a un espejo. El espejo no hablaba jamás mejor que nosotros ni peor, supongo. Tal vez sí. Aprendíamos a la par. O tal vez no. El aburrimiento era infinito por la tarde, el silencio de la casa, los fantasmas del pasillo... hasta que elaborábamos un plan con el espejo, el plan de hacer del lavadero un lugar increíble, entre las pinzas de tender y la cortina de plástico. Un lugar hermoso y único como llegar a primera hora de la mañana a una playa de arena blanca, como la lluvia en febrero, como tumbarte bajo el sol sobre la hierba de un parque, como ver a lo lejos la estatua de la libertad, como descubrir que hay algo inmenso que se expande cada vez que tomas aire.

No sé qué me pasa hoy, pero es bonito.

Ayer improvisé esta canción frente a la cámara, hice un par de clics. Eran las dos de la mañana. Me la estaba inventando en ese instante. Este tipo de momentos en chándal que no van a ninguna parte son magníficos para mí, son parecidos a reconvertir el lavadero en otra cosa.


11 comentarios:

  1. Flipoooo... esperaba verte con la guitarra e improvisas con la tablet!!! No hay que dejarse crecer las uñas, toda una ventaja.

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  2. Anónimo7:13 p. m.

    Las cuerdas las vi, las pinzas me las he imaginado

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  3. Has reconvertido el lavadero ¡y en chándal!.

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    Respuestas
    1. Sí, me arrepiento un poco de lo del chándal.

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  4. Esto me está poniendo los pelos de punta toda la tarde...
    https://www.youtube.com/watch?v=qJ_MGWio-vc&list=PLU_mcNMHvxinrVC_uH4OYQCwncK2asSw3

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  5. pasen los años que pasen yo siento exactamente la misma cosa leyéndote.
    y tú y yo vamos a hablar de esto que acabas de hacer en este video; pronto; como si las piezas del puzle cayeran encajadas ya sobre la mesa.

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  6. Yellow! Me pillas escuchando un villancico jazzero en inglés y decorando la casa... de repente me ha dado un subidón navideño, y tu comentario ha sido como una postal de un amigo lejano... que vuelve por Navidad. Pero nos vemos en nada! besos!! gracias!!:)

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  7. Hola Paola qué programa es ese con el que tocas música... me cantó..
    un beso

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