La lluvia cae sobre el techo de uralita. También en el terrado. Escucho atentamente mientras tecleo desde la cama. De niña me gustaba ir en coche con mis padres. Cuando llovía fijaba mi atención en alguna de las gotas que recorrían el cristal. Escogía una y la seguía. Imaginaba carreras y apuestas. A veces se juntaba con otra y se hacía más grande, se deslizaba rápidamente y ganaba. Una multitud eufórica en mi cabeza. Casi siempre era de noche. Soy una persona a la que le dan pena los zombies.
Imán.
Mi vecino. El vecino al que le subía la compra. Sí, aquel señor mayor. Está ingresado desde hace dos meses. Se han secado todos los geranios. Me dio pena; sé que las plantas eran su vida. ¿Debe pensar en los geranios mientras reposa en la cama de la clínica? Puede que se haya enamorado de una paciente de 77 años (¿Adela?) y esté feliz. Adela cosía. Llevaba medias bonitas cuando era joven. Puede que yo sea
la única a la que le preocupan los geranios. Debería investigar todas las clínicas de la zona en la que me han dicho que está ingresado, hacer una lista y llamar preguntando por él. Luego podría mandarle flores. No sé.
Hazlo, Paola, es una idea preciosa y lo agradecerá mucho, el pobre.
ResponderEliminarY regarle los geranios?? claro que primero habría que conseguir la llave.
ResponderEliminarme encanta como escribes y lo que cuentas
ResponderEliminarlas patatas siempre son bravas.
ResponderEliminarLo único que me gusta de la lluvia es poderla ver/escuchar desde casa, un coche o una tienda de campaña (recuerdos infantiles, sí). Mi plan cuando sea Emperador del Mundo es tapar la ciudad con un techo retráctil cada vez que llueva, y así poder hacer vida normal sin engorros ni costipados.
ResponderEliminarRegarle los geranios sería bonito. Pero quizás tendrías que forzar la puerta...