Estaba acórdandome de mi amigo invisible del verano. Se llamaba Carl. Fue terapéutico inventarme a ese compañero silencioso (Carl era mudo); pasado casi un año, sigo sintiendo cariño por él, me tienta abrir la puerta e invitarlo a entrar. ¿Para qué? Por si algo falla.
Carl y yo pasamos juntos un agosto de tristeza inconsolable. Los antiheroes solitarios.
Veíamos todo el día pelis y series de zombies. Íbamos a inglés, luego a la playa a nadar y luego al sofá. Y así cada día entre ola y ola de calor. Los zombies era nuestra metáfora, todo lo que había cambiado y era irrecuperable. Nos comportábamos como fugitivos en nuestras vidas. Y odiábamos los anuncios felices de cerveza. Sobre todo Carl, porque era alcohólico.
Crecimos juntos y era verano. Mañana haré una canción.
Carl se merece una serie de televisión como protagonista.. una en la que luche contra malvados zombies sin decir una palabra.
ResponderEliminarTía, tía, tíaaa: Carl + zombis = ¡niño repelente con pelucón! Jajajajja, no lo puedo evitar.
ResponderEliminarMenudo veranito el de 2015, oh, sí...
Por cierto, hablando de amigos invisibles mudos: Mr. Ravioli, al que Max Jerry Horowitz tenía leyendo en un rincón. <3
Ay! que quede muy claro que Carl no tiene nada que ver con Carl pelucón+sombrero. Fue casualidad.
EliminarLas casualidades no existen, tierna muchachita: la resistencia del subconsciente, siempre ahí. ;-)
EliminarLo importante de lo invisible es que tú lo veas. Al resto del mundo ya le pueden dar por ahí...
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