miércoles, octubre 19, 2016

Ferry

Has estado moviendo muebles en casa porque vas a compartir piso dos meses con una amiga. Desde ayer duermes en otra cama y entre otras paredes, y te gusta cómo ha quedado pero con tantos cambios no has pegado ojo. Y pasas por tu antigua habitación, y tu cama, y la sientes desangelada, y te acuerdas de las cosas bonitas, y piensas que el espacio es un reflejo de cómo estás por dentro. Que es en silencio y quieta, como aquella liebre agazapada, bajo la luna llena, con la que soñaste hace dos años, o tres. Y nuevamente, una serie, la tercera temporada de The Fall, y piensas que es un modo, como cualquier otro, de usar el tiempo.  Y con tantos cambios te has dado cuenta de que tienes demasiados instrumentos con cuerdas y que no sabes cómo tocarlos todos a la vez. Y tampoco sabes qué canciones tocar, buscas alguna que te haga soñar con tardes interminables, en lugares interminables. Feliz. Piensas en eso,  y recuerdas que ayer te sentiste así cuando saliste del metro en Diagonal –del metro de Diagonal porque habías dejado allí la bici por la mañana, y por la mañana  te diste cuenta de que no tenías la luz de atrás, y pensaste en qué momento la perdiste, y el de la tienda de bicis te dice que esas luces no las roba nadie, pues vaya por dios, y que has tenido mala suerte. Pero tampoco es para tanto, porque esa mala suerte es, en realidad, una chorrada, que la nueva te cuesta 3.50, y que puedes permitirme eso y más. La nueva suerte.

Saliste del metro en Diagonal y había una parada de libros de segunda mano, con una chica con acento chileno atendiendo, y pensaste que tal vez era un guiño de la vida, o algo así, y que tampoco sabes qué quiere decir, pero lo ves como un guiño, y por un momento te sientes en el metro de Santiago, y recuerdas aquella felicidad infinita al pasar por el cerro de santa lucía y los autobuses y la gente, y la cordillera, y todo eso en ese estado de alucinación. En el del amor. Y ves un ejemplar de Las personas del verbo, de Jaime Gil de Biedma, la edición de Seix Barral, por 1 euro, y piensas que has tenido suerte -y que todavía es más barata que la otra-, y te sientes como una persona que se mueve, aunque no sepas qué quiere decir eso. 

Y abres el libro por la mitad, y el primer verso que lees te dice "La nostalgia del sol en los terrados". Y te vas a otra página, una que está doblada por la persona que lo ha donado, y lees "Fue esta mañana misma, en mitad de la calle". Y vuelves a escoger otra página, también con la esquina marcada, y lees "Alguna vez recuerdo ciertas noches de junio de aquel año, casi borrosas, de mi adolescencia". Y le das el euro a la chilena, y ella te da el libro, y justo acaba su turno,  y se marcha. Y llega un compañero de otro lugar de américa latina. Y hay dos músicos, uno con una guitarra y otro con un violín, tocando La vie en rose. Y te sientes bien y mal. Y te sientes como el antídoto y el doto.  Y sabes que deberías ir a terapia y gastarte 60 euros pero el viernes, el día de tu cumpleaños, decidiste comprarte una camisa que valía eso, y que querías estrenar durante el fin de semana, pero al final no la estrenaste porque a veces una bola de nieve deslizándose por la montaña acaba convirtiéndose en alud. Y el caso es que ahora te va mal gastarte otros 60 para que L te ayude a comprenderlo o a manejarlo, y te ayude a hacer eso de los cojines, que son otras personas o tú misma, y te ayude a hablar con ellas, con los cojines que hacen de personas o de ti.

Y bajaste por paseo de gracia, y luego giraste por la gran vía, y te paraste frente al Palace, y pensaste que el personaje de Carol Aird estaba en el hotel. Y seguiste y finalmente acabaste en el parc de la ciutadella, frente a las cascadas, y pensaste que qué bonito, con aquel sol y el agua, y pensaste en coger carrerilla con la bici y lanzarte al lago, para ver qué pasaba, pero en plan "bien". Pero en vez de eso abriste el libro, que te acababas de comprar por 1 euro, por la primera página y, sorpresa, sorpresa, sorpresa de las grandes, estaba dedicado. "Quiero que vivas la emoción que he sentido yo leyendo estos poemas. Por otros 35 llenos de vida." Dedicatoria firmada por un nombre que empieza por M, pero no entiendes las letras que siguen. ¿Marc o Maria? Y un dato más: Mayo'83. Y piensas que es otro guiño, no sabes muy bien quién te guiña el ojo esta vez, pero que ha sido tu cumpleaños y aquella es, sin duda, una dedicatoria de aniversario que ha llegado hasta a ti en el momento justo y en el lugar adecuado. Y te vas a casa algo así como feliz. Pero luego se te pasa.  Amar y que te amen, como cuando llegabas a  las 10.30 a una isla y cogías un ferry hacia otra.

Suena el teléfono fijo. El móvil te lo has dejado en el trabajo.

Hola, buenas noches, ¿con el titular de la línea?



 



1 comentario:

  1. Hay que agarrarse al ferry de la vida, esa, que majestuosamente nos manda guiños de ilusiones, de suerte, de coincidencias....guiños de esperanza ,a ver qué nos espera en la próxima estación del ferry de la vida.
    Yo también me hubiera comprado la camisa en vez de ir a terapia

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