miércoles, noviembre 01, 2017

Unilateral

Hoy me he despertado acordándome de Excelsis. Cuando dentro de unos años vuelva a leer esta entrada, en esos días en los que me da por revisar qué hacía o sentía yo hace cinco años, no sé si recordaré a quien pertenece el sobrenombre Excelsis. Ya me ha sucedido antes, releyéndome. Tengo que hacer esfuerzos por distinguir sobrenombres de nombres reales. Esto no ocurriría si, sencillamente, escribiera un diario personal en una libreta, pero creo que escribiendo mi autobiografía y dejándolo a la vista de quien esté por ahí (¿qué sentido tiene escribir unas memorias si nadie las va a leer?) hay algo de oficialidad y de proclamación solemne, como diría Anna Gabriel, de mi propia república vital. Una declaración unilateral, siempre, puesto que no busco consenso. Dicho esto, voy a continuar.

Hoy me he despertado acordándome de Excelsis. Me ha sobrecogido el hecho de pensar que haga tanto tiempo ya. Y he sido consciente de que, tiempo atrás, Excelsis se movía por mi casa, supongo que de un modo más o menos familiar. O sea, sabía dónde estaban las cosas. Sabía dónde estaba el secador, sabía donde estaban los vasos, sabían dónde estaba el café. Y que tenía, supongo, una silla simbólica que le pertenecía. Una silla en la terraza. Y que tenía un lado en la cama y no otro. Y que tenía un cepillo de dientes, que tiré, claro, para no someterme al drama. A mí me gustaba Excelsis. Claro, me gustaba mucho Excelsis. Aunque no desde el principio. Al principio, sólo me caía bien y me parecía un ser curioso. Una persona que despertaba mi curiosidad. Recuerdo el primer día que nos conocimos y recuerdo que nos costó un poco encontrarnos. "Estic aquí", "jo també", "no et veig", "jo tampoc". Algo así. Tal vez sea un buen resumen. También recuerdo que cuando la vi pensé que me sonaba de algo. Hacía frío, se estaba yendo el sol, era invierno. Por ese tiempo yo arrastraba, todavía, algo de tristeza por haber perdido a (siguiendo con el latín) a Oleum. De hecho, ese mismo día me compré una especie de colgante que me recordaba a Oleum. O sea, el día que conocía Excelsis me había comprado algo que me recordaba a Oleum.

También recuerdo la primera vez apoyé la cabeza sobre Excelsis. Fue en el sofá. Le pedí permiso, aunque tal vez no debería haber hecho esa pregunta porque ella me estaba tocando la pierna. Pero yo  hacía bastante tiempo que no tocaba a nadie. Como ahora. O sea, más o menos como ahora. También recuerdo la primera vez que Excelsis me tocó la nuca. Fue en una parada de metro y me puse nerviosa. También recuerdo pasar una tarde entera con Excelsis, al principio, y estar preguntándome todo el rato, mentalmente, si me gustaba o no. Pues claro que me gustaba.  Qué tontería, tanto dudar. Luego ya, me encantaba. Me encantaba Excelsis. Me encantaba dormir con Excelsis. Me encantaba despertarme con Excelsis. 

Tengo ganas de volver a enamorarme. No deja de ser curioso y divertido tener la mente del revés.

Ahora me ha dado por ver pelis y documentales sobre Hitler y los nazis. Aunque sigo con mi temática apocalítica. Descubrí la serie Van Helsing hace poco. Me encanta que los zombies vampiros puedan volver a ser humanos. Creo que es bastante simbólico. Siempre he querido que los zombies pudieran volver a ser humanos. Van Helsing tiene el poder de morderles y reconvertirlos, como cuando se encuentra con su amiga lesbiana, que está en modo vampira zombie total, en la guarida, pasándoselo bien. Es una putada, en el fondo, que te hagan humana, de nuevo, porque creo que los vampiros zombies se lo pasan bastante bien en su orgía de sangre y descontrol. Pero bueno, es el guión de la serie.




1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho esa definición indirecta que has dado de enamorarse... tener la mente al revés. Me la guardo :)

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