viernes, mayo 15, 2020

Siempre son las dos de la madrugada


Por lo visto, en la Edad Media se creía que si estabas feliz no te contagiabas con la peste negra, así que la gente cantaba e intentaba espantar el mal tratando de sonreír ante la tragedia. Ahora tenemos que subir fotos y vídeos en Instagram para que todo parezca que va bien. Una de las cosas que más me impactaron durante las primeras semanas de confinamiento fue ver que la redes sociales no paraban, que las publicaciones seguían y que la gente inventaba las mil y una formas para continuar como si tal cosa. Conciertos en streaming, entrevistas al vecino, gente cantando en el balcón, conexiones en directo, publicidad segmentada, publicidad buscando tus puntos débiles, scroll infinito, evasión continua... Totalmente innecesario, y no es por ser aguafiestas, solo que a mí no me apetecía todo eso. En cambio, la radio es diferente. Ya sea en formato podcast o tradicional, me encanta escuchar historias, crónicas, canciones, de ese modo tan íntimo, con la sensación de que solamente tú estás ahí. Agradezco que mis programas preferidos se las ingeniaran para continuar.

Las redes mataron a los blogs personales, estos espacios silenciosos en los que, como en la radio, parece que siempre son las dos de las madrugada. 

Esta mañana, en un diario publicaban un titular algo así como "Barcelona se resigna una semana más sin pasar a la Fase 1" y acompañaban el artículo con una foto de varias personas en un parque, usando mascarillas y mirando la pantalla de sus móviles. Todas las personas de la foto estaban mirando el móvil sentadas en un parque con una mascarilla puesta. Qué pena, joder. Para eso quédate en tu casa en la fase que quieras. 

He dejado de tener insomnio, ahora tengo dolor de cabeza durante el día, hasta que llega la noche, entonces se me pasa. Me gustan mis despertares, la luz y esa inocencia, la calma, llamar a la perri y escuchar sus patitas entrando en la habitación, mirarnos y saber que estamos juntas en la cabaña. 

Hoy se me han caído un par de lágrimas guardando las tazas limpias en el armario, y luego, otro par guardando las ropa en los cajones. Y ya está. Con esas cuatro lágrimas al azar me he dado por llorada y satisfecha. Luego me he puesto a tocar la guitarra. 

Entre mis planes de recuperación está volver a ilusionarme con la música, porque en los últimos 6 meses he tenido algún que otro conflicto interno por ello, supongo que cuando pierdes la confianza empieza a tambalearse todo lo que te gusta. Pero la música no puede desaparecer. El último concierto que hice fue en febrero. Recuerdo que volví a pasarlo muy bien mientras tocaba, viendo caras conocidas entre el público, y que la canción que pusieron justo al terminar nuestra actuación fue Boys don't cry de The Cure. No quiero que se pierda. He estado hablando con una chica de otra banda y le pasa exactamente lo mismo. Ha sido un alivio. Me ha propuesto hacer alguna canción juntas en la distancia transoceánica.





4 comentarios:

  1. Al final es la tecnología la que mantiene la cercanía cuando aquí, en la realidad, el mundo tiene que seguir manteniendo las distancias...
    Saludos!

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    1. Me gustaría que sucediera lo contrario. Distancia digital y cercanía real. ¿Qué pasaría? Redes confinadas.

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  2. Ya habrá tiempo de volver a tocar. Sin prisas, sin agobios...
    Si algo hemos aprendido de esta cuarentena, es que nada es tan urgente, que no es tan importante forzar las cosas.
    Que a veces viene bien desintoxicarse de tanta memez en streaming y simplemente vivir.

    Besos confinados

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