También he empezado en mi nuevo trabajo, en ese que hace cuatro años me marqué como objetivo a futuro (pero parecía muy muy lejano). Pero claro, he empezado a distancia Covid-19. El primer día me sentí feliz, feliz de verdad, y pensé que un ciclo empezaba y un círculo se cerraba, y que, en resumen, todo iba a ser extraordinario a partir de ese momento y que mi vida era un musical (¡qué horror!). Blablabla.
Hoy se me ha bajado todo ese ataque optimista, supongo que porque estoy pre-menstrual; ya he empezado a preocuparme por mis pocas ganas de socializar, y a preocuparme sobre cómo saber qué cosas dejar atrás y qué otras no. Eso me parece complicado. Cuando sabes que estás prácticamente ya en otra etapa, pero no sabes distinguir entre lo que debe continuar contigo y lo que debe quedarse atrás. No quiero equivocarme. ¿Cómo saberlo si todo está un poco distorsionado? ¿Cómo marcharse a otra parte sin marcharse?
He soñado que una cantautora indie de Porltand (no sé quién era, me la he inventado) se enamoraba de mí y me besaba en una habitación llena de plantas salvajes, enredaderas, palmeras... creo recordar que se veía un río desde la ventana. No era un lugar luminoso, pero a la cantante de Portland le parecía lo más, y a mí también.
Con semejantes signos de interrogación me imagino bajando al agujero ese, el de la novela de Murakami y todo lo demás... Aquí y ahora, Eleni }Mandell suena como aquella campanilla a media noche.
ResponderEliminarHola de nuevo, Carlos! A qué novela de Murakami te refieres? he leído varias pero ahora hace años que le perdí la pista. Un abrazo
EliminarLa muerte del comendador ;) Abrazoles
EliminarSi a la cantante de Portland le ha parecido bien, es porque lo estaba.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Nos parece bien todo lo que le parezca bien a la chica de los sueños ;)
EliminarTe leo como cuando leo libros o poemas o cuentos. Eres vida y eres literatura porque eres vida sin más y sin menos.
ResponderEliminarAquí en el somontano de Huesca hace mucho calor. Miro películas y documentales ambientados en Alaska y las montañas nevadas y los polos en general. En serio que ayuda un poco.
Qué envidia poder ir a nadar al mar como quien va a la tienda de la esquina. La humedad de Barcelona en verano no la envidio, pero el mar sí.
Somos muy distintos de muchas maneras, pero leyéndote a veces me reconozco en lo que escribes y me comprendo mejor a mí mismo. Me pasa con lo que me gusta leer.