sábado, junio 27, 2020

La semana

La semana ha pasado como un caballo a trote. No he entrado ni una sola vez en la única red social en la que "participaba" más o menos de forma regular, y no lo he echado de menos, al contrario, ha supuesto un alivio. Tanta foto, tantas personas pululando, ¿para qué?  Tampoco he quedado con ninguna amiga ni he visto a nadie conocido (excepto en el ensayo). En cambio, he establecido mayor contacto con el grupo de habituales de la playa. Podría decirse que ya formo parte de esa tribu. Me saludan, hablan un rato conmigo, me preguntan mi opinión sobre algunas de las trivialidades diarias que se dan en la playa, como la discusión del otro día con un grupo de cuatro personas que estaba gritando demasiado. Se armó una buena, las personas silenciosas contra las ruidosas. Esas conversaciones cortas que no van a ninguna parte pero van a todas, no sé cómo describirlas.

También he empezado en mi nuevo trabajo, en ese que hace cuatro años me marqué como objetivo a futuro (pero parecía muy muy lejano). Pero claro, he empezado a distancia Covid-19. El primer día me sentí feliz, feliz de verdad, y pensé que un ciclo empezaba y un círculo se cerraba, y que, en resumen, todo iba a ser extraordinario a partir de ese momento y que mi vida era un musical (¡qué horror!). Blablabla. 

Hoy se me ha bajado todo ese ataque optimista, supongo que porque estoy pre-menstrual; ya he empezado a preocuparme por mis pocas ganas de socializar, y a preocuparme sobre cómo saber qué cosas dejar atrás y qué otras no. Eso me parece complicado. Cuando sabes que estás prácticamente ya en otra etapa, pero no sabes distinguir entre lo que debe continuar contigo y lo que debe quedarse atrás. No quiero equivocarme. ¿Cómo saberlo si todo está un poco distorsionado? ¿Cómo marcharse a otra parte sin marcharse? 

He soñado que una cantautora indie de Porltand (no sé quién era, me la he inventado) se enamoraba de mí y me besaba en una habitación llena de plantas salvajes, enredaderas, palmeras... creo recordar que se veía un río desde la ventana. No era un lugar luminoso, pero a la cantante de Portland le parecía lo más, y a mí también.




6 comentarios:

  1. Con semejantes signos de interrogación me imagino bajando al agujero ese, el de la novela de Murakami y todo lo demás... Aquí y ahora, Eleni }Mandell suena como aquella campanilla a media noche.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola de nuevo, Carlos! A qué novela de Murakami te refieres? he leído varias pero ahora hace años que le perdí la pista. Un abrazo

      Eliminar
    2. La muerte del comendador ;) Abrazoles

      Eliminar
  2. Si a la cantante de Portland le ha parecido bien, es porque lo estaba.

    Saludos,

    J.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nos parece bien todo lo que le parezca bien a la chica de los sueños ;)

      Eliminar
  3. Te leo como cuando leo libros o poemas o cuentos. Eres vida y eres literatura porque eres vida sin más y sin menos.

    Aquí en el somontano de Huesca hace mucho calor. Miro películas y documentales ambientados en Alaska y las montañas nevadas y los polos en general. En serio que ayuda un poco.

    Qué envidia poder ir a nadar al mar como quien va a la tienda de la esquina. La humedad de Barcelona en verano no la envidio, pero el mar sí.

    Somos muy distintos de muchas maneras, pero leyéndote a veces me reconozco en lo que escribes y me comprendo mejor a mí mismo. Me pasa con lo que me gusta leer.

    ResponderEliminar

Deja tu mensaje secreto.