miércoles, julio 01, 2020

Una persona afortunada

 

Ayer bajé a la playa un rato a nadar, después de trabajar. En el espacio reservado para pescadores no había pescadores, había pescadoras. Dos mujeres, ya jubiladas desde hace años, habían montado en la orilla tres cañas. Una de ellas, la que sabía más, le estaba enseñando a la otra algunos trucos. Aunque me dio pena pensar que alguno de aquellos peces que había visto mientras nadaba acabaría mordiendo el anzuelo, la conversación que mantuve y el momento que compartí con ellas me llenó de calma, tranquilidad. Lo puso todo en su lugar. Al volver en la bici me sentí muy afortunada. Es desconcertante porque hoy, más o menos a la misma hora, pero paseando a la perri, una oleada de tristeza me ha alcanzado. He ido al antiguo descampado, que ahora es un huerto urbano, y he aprovechado que no había nadie para llorar. Me ha preocupado un poco encontrarme con alguien del barrio y... yo allí, una persona afortunada llorando. 


2 comentarios:

  1. Donde hay llanto, hay vida. Lo malo sería tener motivos o ganas y no poder o saber hacerlo

    ResponderEliminar
  2. Asociamos las lágrimas siempre con la tristeza, pero existen muchos tipos de ellas... a veces, cuando algo nos pesa mucho, lloramos para dejar sitio para otra cosa, para liberar peso...

    ResponderEliminar

Deja tu mensaje secreto.