sábado, agosto 22, 2020

De cuatro a siete de la tarde


Cuando he salido del coche el olor del mar se colaba entre las calles. Hoy el barrio está distinto. Han abierto algunos de los bares que cierran en fin de semana. La tienda de muebles antiguos también ha levantado persiana... sí, donde el otoño pasado compré una aceitera de cerámica durante una tarde de tormenta. Me pilló de lleno y subí a casa como si me hubiera dado una ducha. El papel de periódico en el que me envolvieron la aceitera estaba absolutamente mojado. Me costó 7€. Nada de esto es importante.

De cuatro a siete de la tarde suelo aburrirme y es justo cuando pienso que debería irme de vacaciones para huir de esa franja de horas interminable. Sin embargo, sé que esa franja me va a atrapar vaya adonde vaya. También pienso que puedo contagiarme y contagiar luego a más personas. Recuerdo una sesión de cine en agosto a las cuatro de la tarde. Vi una roadmovie francesa sobre una novicia que viajaba por la costa en busca de su hermano gemelo. La acompañaba un chico que escuchaba a Elvis en el coche. El chico era el actor Nicolas Nauvachelle y la película "Avril". Durante el viaje se hacían amigos, iban a la playa y cenaban bajo una guirnalda de luces. Viendo la película pensé que algún agosto haría ese mismo trayecto en coche, en busca de mi hermano imaginario por la Carmarga francesa. Podría ser este año pero... no sé si tengo ganas de llegar a una playa salvaje, ver que es bonita, ver que son las cinco de la tarde y ver "que ya está". ¿Y si me invade un sentimiento de profunda desazón? 

Un amigo me ha invitado a irme de vacaciones a un lugar que puede generarme bastantes recuerdos. No sé si quiero pisarlos ya. Desearía guardarlos un poco más. Como un luto o un homenaje a un lugar sagrado que no puede ser, todavía, desmantelado. No sé, es tan difícil saberlo. A veces me parece absurdo, otras no. Creo que me pondría a llorar. Creo que podría estar bien ir con ellos y desmitificar las cosas. Cualquier opción es buena. 

Hacía tiempo que no pensaba en mi hermano imaginario... desde que hice aquella terapia para despedirme de mi hermano no nacido antes que yo. Era moreno y tenía una sonrisa bonita. Tenía un grupo de música, tocaba la guitarra y tenía rollo... El otro día conocí a un amigo de D y pensé que se parecía a mi hermano imaginario.  

Qué bien, ya son las 7. He atravesado la franja conduciendo y escribiendo. 

Me he cortado el pelo y me siento mejor. No iba a la peluquería desde febrero. Soy un poco más yo. Todavía quedan cabos sueltos.


3 comentarios:

  1. Si fueses millonaria, recuerda que todo se soluciona si eres millonaria, podrías tener un jet privado e ir saltando de zona horaria en zona horaria sin estar nunca entre las cuatro y las siete de la tarde.

    Aunque, sospecho, si fuésemos millonarias nunca nos importaría la hora en la que vivimos, ¿no?

    Lo de la aceitera no era importante y, sin embargo, son esas cosas las que acabamos recordando, quizás nuestros cerebros tratan de decirnos otra cosa, ¿verdad?

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    1. :D Creo que no había leído este comentario. Me encantaría saltar de franja horaria cada día.

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  2. Los cabos sueltos son los que más nos dicen sobre nosotros mismos. ¿O no era así?

    Saludos,

    J.

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