El otro día leí o escuché, no recuerdo donde, que reinventarse es huir. Si es así, yo he huido muchas veces. ¿Y qué?
El sábado pasado sucedió algo muy curioso que me trajo, de algún modo, fantasía. Porque para aquellas personas que no lo sepan… yo, en 2022, lo que necesito es fantasía.
La historia empieza así.
Fue el sábado. Ese sábado tan esperado. Íbamos a tocar con un grupo conocido, en una sala a la que yo le tenía muchas ganas. Bueno, ese tipo de conciertos que tienen pinta de bolazo. Lo disfrutamos mucho.
Llegué a las pruebas de sonido la primera. Estuve un rato sentada en el callejón. Me fumé un piti. Vino el programador de la sala a buscarme y me enseñó el backstage y me dio las pulseritas para entrar y salir. Vinieron los demás, probamos, todo sonaba bien, nos relajamos un rato.
Voy a dar un acelerón porque es muy largo y yo ya no quiero ser novelista.
Resumen a fogonazos.
Empecé a hablar con una persona, a la que llamaremos L., que venía con el otro grupo, desde Pamplona, y que además conocía a un amigo mío aquí, en Barcelona. Esa fue la primera casualidad.
Conecté mucho con L. Me refiero a cuando empiezas a hablar con alguien y todo muy cómodo, divertido, natural. Me pareció una persona muy bonita. Hay personas que transmiten ese tipo de sensaciones luminosas y cálidas. Pero… y aquí viene lo bueno: luego, durante la semana, hablando por instagram, descubrimos que también nos habíamos conocido en otra noche de hace 17 años, en ¡Madrid! y… la fantasía no acaba ahí porque mantuve durante años una relación de amistad a distancia con su hermana, precisamente a través de este blog, hace muchísimo tiempo, tanto que todavía existían las llamadas perdidas, durante aquella vida que ahora, con el tiempo, es como una nube de azúcar de algodón rosa en un parque de atracciones.
Me pareció preciosa toda esa casualidad que se inicia tras las pruebas de sonido de un concierto.
Las casualidades son frágiles porque cualquier gesto insignificante, cualquier desvío, traspiés, cualquier metro más allá, pueden impedir que sucedan. Esa casualidad fue como abrir una puerta para pasar del pasado al presente que entonces era futuro. Fantasía.
Me he protegido tanto tras estos últimos años que dentro de mi armadura hay eco. Quiero sentir, sentir mucho, tanto como antes, sentir hasta fundir la capa de hierro.
Nuestras vidas se sujetan en hilos muy frágiles que se mueven al viento... a veces esos hilos se cruzan, a veces se enredan para siempre...
ResponderEliminarEl que huye sobrevive y lo cuenta, el que se queda no siempre logra ninguna de las dos cosas.
ResponderEliminarSaludos,
J.